Tristeza, rabia, agobio…, sensaciones que surgen en mí, que atraviesan mi cuerpo. Esa es la única realidad. No me abandona nadie, no estoy siendo rechazada, no me desprecian como si fuera algo insignificante. Soy sólo una consciencia atravesando la Vida. Soy espíritu teniendo una experiencia humana. Tan fácil que parece y, sin embargo, tan difícil de sostener. La clave. Aceptar lo que te sucede. Aceptar no es hacer, no es razonar, y desde luego no es fustigarse, ni machacarse. Pero tampoco es correr un tupido velo y negar lo que estás atravesando. Aceptar es sentir, es vivir la experiencia que estés teniendo plenamente, sin rechazarla y sin tomarla personal. Aceptar pasa por admitir que las cosas no siempre son como tú quieres, pero no es resignarse. Aceptar es reconocer tu lado oscuro y sentir el dolor que te causa sus consecuencias. Aceptar no es echar la culpa a otros, ni a tus circunstancias, ni a tu pasado, ni siquiera a ti mismo. Aceptar es lo contrario de rechazar. Rechazar es separar. Separar es odio. Odio es la consecuencia de la culpa. Aceptar es integrar, es amar. Aceptar es amarte incondicionalmente. El otro día, una conocida que lleva años trabajando en su desarrollo personal, me decía que quería un coche nuevo, que lo necesitaba porque el suyo es viejo y no tiene aire acondicionado, y no quiere otro verano pasando tanto calor. Aceptar no es justificar. Se había propuesto manifestar esa realidad con su intención. Pero aceptar no implica esfuerzo. No aparecía la oportunidad del coche. Se había examinado a sí misma para ver si era cuestión de que no creía merecérselo. Aceptar es incondicional. Le pregunté por qué quería un coche nuevo. Dijo que para sentirse más cómoda. Aceptar es un estado interno, no depende de factores externos. Le pregunté, “¿por qué te sientes incómoda?” Y no es por el calor. La pregunta más concretamente fue, “¿por qué necesitas atraer a tu vida situaciones que te provocan incomodidad?” Aceptar es mirar hacia adentro, es sentir tu estado en ese preciso instante. Estaba sentada en una silla, pero con una postura muy poco recta, distribuyendo el peso de su cuerpo de manera que casi parecía incómoda, medio torcida, de lado, forzada. Aceptar es observar tu postura, tu estado, tus sensaciones. “¿Qué sientes?” “Siento que hago fuerza. Me esfuerzo por cumplir todo lo que tengo que hacer en el día. Me esfuerzo disciplinadamente en mi trabajo. Me esfuerzo en llegar a todo y hasta en intentar materializar lo que deseo, como el coche”. Aceptar es reconocer que ese estado en el que estás en realidad es lo que te hace sentirte bien. Estás en tu zona de confort. Ese estar es lo que conforma tu identidad. “¿Qué harías si no puedes sentir que te esfuerzas? ¿Te gustaría?” Aceptar es reconocer que, en el caso de mi amiga, te gusta tener retos. “¡Los retos te hacen sentirte viva! Aceptar es reconocer que te encanta demostrar que puedes continuamente y que eres muy competitiva.”
Y entonces cambió su postura, se sentó recta, se relajó y se dejó hundir en la silla. Su cara cambió y asomó una traviesa niña interior, que sonrió de medio lado, mientras que las chispitas en su mirada delataron que no hay nada que le divierta más que retarse y medirse. Aceptar es reconocer quien eres, con qué vibra tu niño interior, y mostrar sus talentos sin pudor, pero con el respeto que naturalmente florece cuando hay coherencia entre lo que uno piensa, siente y hace. Aceptar es comprender que cualquier situación que vives, por muy incómoda o negativa que pueda ser, sirve sólo un propósito, que te conectes con tu Ser y reconozcas tu esencia. No hay “putada cósmica”, sólo experiencias que nos enriquecen. La resistencia a aceptar es lo que lleva a que las experiencias sean más extremas, más polares. La culpa es la que hace que necesitemos repetir una y otra vez la misma lección, porque si se activa no podemos integrar lo aprendido. Acepta. Todo es como tiene que ser. Todo tiene un propósito y no puedes dirigir con tu voluntad los resultados. No dependen de ti, de tu Ego. Acepta tus Miedos del Ego, tu dolor y tu malestar. Ellos son los que impulsan tu experiencia. Aceptar es convertirte en el observador de tu Vida y descubrir con ojos de asombro cómo todo sigue un orden, aunque éste sólo se puede reconocer a posteriori, cuando ya ha pasado un tiempo. Acepta tu vida. Acéptate. Guiomar Ramírez-Montesinos Psicóloga, astróloga, terapeuta psíquico.
0 Comentarios
Tu comentario se publicará después de su aprobación.
Deja una respuesta. |
Mis librosCualquier reproducción parcial o completa de este artículo ha de incluir autoría
La AutoraCategorías
Todo
|