La culpa es el gran enemigo de la consciencia. Si sientes culpa te alejas de tus miedos y de ti. Para Vivir desde el Ser y poder sostener tu propio poder personal, hemos de aprender a reconocer que la culpa no nos sirve y aprovechar la fuerza creativa del pensamiento para crear interpretaciones positivas que nos abran a un mundo de múltiples posibilidades. Nuestro cuerpo es una máquina biológicamente perfecta cuya misión es asegurar nuestra supervivencia. Si hay un estímulo peligroso que no sabemos cómo enfrentar, sale corriendo, ya que la huida es la respuesta más económica. Pero luego empezamos a pensar, y nos complicamos nuestra existencia. Podemos huir indistintamente con el pensamiento o con el cuerpo. Para el cerebro no hay ninguna diferencia. Y este dos en uno es lo que nos ha metido en un berenjenal impresionante. Hay una razón fisiológica para la separación mente-cuerpo que caracteriza nuestra cultura, y que ahora empezamos a comprender que no es el camino. Imaginar, inventar, crear, generar ideas es precisamente lo que nos ha llevado a tener consciencia de nuestra inconsciencia. Sin embargo, ha llegado el momento de integrar estos dos aspectos para Vivir y Crear desde el Ser, no sólo desde la materia y la razón. Fisiológicamente, lo que sucede cuando nos vemos amenazados y sin respuesta (la mente racional siempre intenta buscar una solución y arreglarlo todo) es que llega un punto en el que la amígdala –encargada de las reacciones de supervivencia-, desconecta el córtex para que no nos sigamos enredando en buscar respuestas y salgamos de la situación peligrosa por patas. Hace muchos miles de años, cuando íbamos por en medio de la sabana y nos topábamos con un león, esta estrategia del cuerpo resultaba muy práctica. Pero si nos encontramos dentro de las murallas protectoras de una ciudad y se activa la misma respuesta sin león, sino porque nos hemos encontrado en una situación personal comprometida, es entonces cuando empiezan nuestro problemas… y nuestros miedo sociales. Sitúate hace unos 5mil años, cuando aún no éramos tan políticamente correctos, eres un niño y tu padre, al que amas y se supone que te protege, de repente te grita y te pega. ¡Qué contradicción! ¿Cómo puede venir dolor y amor de una misma persona? Reconciliar estas dos ideas opuestas no es fácil, y finalmente la disonancia cognitiva provoca que el cuerpo se quede en el sitio, y es la mente la que sale huyendo. Para colmo, esta reacción contradictoria entre mente y cuerpo se graba con fuerza en nuestro cerebro. Así, la próxima vez que ves a tu padre, se vuelven a producir las dos reacciones enfrentadas: una parte de ti siente amor, mientras que la otra quiere huir. Este desgarro interno, provocado por la desconexión del córtex merced a la acción de la amígdala, te hace sentirte separado de ti mismo. De hecho, la respuesta de huida está diseñada para que te salves tú primero, por eso te desconecta de todo y de todo el mundo, y en los momentos en los que la amígdala manda y el córtex calla, nos desconectamos de los demás y de todo lo bello, y sólo vemos lo negativo. Pero esta sensación de separación nos hace vivir en miedo. Por definición. El miedo es lo que sentimos cuando la amígdala desconecta el córtex, nuestro cerebro pensante. En otras palabras y para simplificar, fisiológicamente hablando, miedo y separación son una misma cosa. ¡Qué gran contradicción! En teoría estamos seguros dentro de las murallas de la ciudad, protegido por nuestro padre, y a su vez por el rey, y sin embargo, tenemos miedo y nos sentimos separados. Quieres salir corriendo fuera de la ciudad, pero eso es aún más peligroso porque tu solo lo tienes difícil para sobrevivir. Así que te quedas, pero tu mente huye, inventándose historias y películas para poder de alguna manera conciliar esa disonancia cognitiva. Y entonces nos inventamos la culpa. Si hay un culpable, ¡podemos justificar la contradicción! Es que papá ha tenido un mal día, es que yo me he portado mal, es que me pega porque quiere que aprenda a ser fuerte…. Y mil historias más que nos inventamos para reconciliar dos creencias enfrentadas… Y así nos complicamos la existencia, porque lejos de enfrentar y solucionar los problemas, los enquistamos, enredamos y transmitimos de generación en generación. Sin jamás cuestionarlos y enterrándolos bajo capas de culpa… “Por mi culpa, por mi gran culpa”!!! Y la culpa no sirve para nada porque nos hace sentir más aislados, más solos, más desconectados y vulnerables, y contribuye a que nuestro cerebro se piense que estamos bajo amenaza, rodeados de peligro. La culpa ancla el miedo. Menos culpa y más pensamientos positivos ¿Y cómo revertir esto? En mi opinión, rezar diez avemarías sólo sirve para enterrar más la culpa, para añadir otra capa, y alejar más aún el origen de la disonancia que activó el miedo. Lo primero es comprender que la culpa es contraproducente para nuestra felicidad. En todo caso, uno ha de hacerse responsable de la consecuencia de sus actos, pero culpable nunca. Sin culpa, podremos observar qué nos hace sentir miedo, ante qué envía la señal de desconexión y huida nuestra amígdala. Esto nos ayudará a que el miedo no sea el motor de nuestras vidas. En segundo lugar ser creativos y aprovechar la imaginación para buscar siempre una interpretación positiva de las cosas, así como nuevas acciones que antes no hemos probado. Esto nos ayudará a que la activación del sistema nervioso, y por tanto la sensación de ansiedad y miedo, no nos desborde. La ansiedad nos hace ver lo negativo, por tanto, ver lo positivo baja la ansiedad. Además, abrirse a otras interpretaciones no catastróficas de lo que te sucede te ayuda a la larga a poder crear desde el pensamiento. ¿Por qué? Porque el estado creativo de buscar respuestas positivas y nuevas acciones es un estado de múltiples posibilidades, mientras que el de miedo sólo lleva a una posibilidad, la huida. Por último, decir que pensar positivamente y buscar respuestas nuevas, al evitar nuestra desconexión, nos mantiene en nuestro centro; somos dueños de nuestro poder. Mientras que con la culpa el poder lo ponemos fuera. Si hay un culpable (mi pareja, mi jefe, el gobierno, los terroristas, los bildeberger, alienígenas, las fuerzas del mal,…), yo no he sido…. O más perverso aún, si el culpable soy yo, no me merezco ser querido por el padre… Elige… Guiomar Ramírez-Montesinos Krogulska Psicóloga y astróloga
1 Comentario
|
Mis librosCualquier reproducción parcial o completa de este artículo ha de incluir autoría
La AutoraCategorías
Todo
|