A muchos nos cuesta expresar nuestra autoritaria, bien porque somos muy introvertidos y receptivos, o porque estamos condicionados culturalmente a reprimirla por educación. En especial para la mujer, dictar una orden, imponerse, está muy alejado de nuestra zona de confort. Pero no ejercer tu autoridad puede conllevar a que otros lo hagan sobre ti, y tarde o temprano necesitas poner límites. Cómo asumir la propia autoridad de manera sana para ser asertivo es lo que desarrollaré a continuación
Experimentamos la realidad a través de polaridades. Nada de lo que te ocurre no tiene que ver contigo. Cuando somos reactivos, es decir, inconscientes, nos posicionamos o bien como víctimas que sufren el ataque de los demás, o bien nos rebelamos y atacamos a otros más débiles. Una sociedad que se relaciona en base a esta dinámica está condenada a no entenderse, y por reflejo, una persona que vive así la vida nunca podrá conocerse.
Si en tu vida te encuentras con gente que se impone sobre ti, que tragas las malas conductas o agresiones de los demás hasta reventar, que no llegas a transmitir cómo te sientes a los demás y terminan pisándote, o si cuando muestras tu enfado nadie te hace caso, necesitas aprender a empoderarte. Empoderarse no es saber gritar o machacar a los demás, no es salirte con la tuya, sino que es expresar tus necesidades con claridad, sin fisuras, y sin chantaje emocional, de manera asertiva, y sin expectativas. Si por defecto tiendes a sufrir la autoridad de otros de manera injusta o incluso violentamente, para llegar a empoderarte, necesitarás necesariamente experimentar tu autoritarismo, antes de llegar a ser asertivo. Las personas con mucho poder personal, con mucha fuerza o fuego interior, tienden a tener vivencias más extremas en este sentido. Si actúan de manera muy sumisa, se encontrarán de frente con mucha agresividad. ¿Por qué? Porque ese poder personal es una cualidad que no sabemos sostener (y cuanto mayor, más difícil), y que por tanto vivimos de manera polarizada, de tal manera que, si yo actúo como sumisa, el otro sobrepasará mis límites de forma impositiva o invasiva. Pero al revés también, cuando si actúo de manera agresiva, me encontraré con que el otro hace el rol de pasivo. Te invito a comprobarlo. Experimenta con tu autoridad Nos cuesta sostener nuestro poder personal debido a los condicionamientos sociales y por falta de experiencias. Por eso nos polarizamos en sumiso o autoritario, y proyectamos el otro extremo de la polaridad sobre otra persona. Te propongo que hagas la prueba (y si ello implica ir más allá de tu zona de confort, mejor). Hazlo con una relación con la que te sueles encontrar pisoteado o invadido, por ejemplo, un progenitor, tu pareja, tu jefe, el casero, un compañero de trabajo, tus hijos o un amigo. Con los primeros lógicamente costará un poco más que con los últimos. No esperes a tener que poner el límite, en otras palabras, no esperes a decir lo que quieres en negativo (decir lo que no quieres). No tengas miedo a ser brusca o maleducada, atrévete (si esto lo has probado ya y no te funciona, luego te explico por qué). Por ejemplo, tienes un hijo adolescente que tiene la habitación hecha un desastre. A ti no te gusta, pero cuando le dices que la recoja se monta el lío. Habitualmente, ante señales de violencia nos solemos achantar para no alimentarlas más, y en los casos en los que sí se realiza un enfrentamiento, se hace inadecuadamente, y la consecuencia es un aumento de la tensión y la violencia. Una actitud de verdadera autoridad no se encuentra delante con violencia, sino con sumisión y obediencia. Si has intentado imponerte, pero la consecuencia es que el otro se muestra más violento, es que no has dado una orden sin fisuras, sino que has contestado con una carga emocional y con expectativas. Si a mi hijo le digo que recoja su habitación, pero estoy harta de cómo la tiene, me da asco en el estado en la que está, estoy enfadada, y mi expectativa es que me comprenda, que me obedezca o que me haga caso, sólo voy a conseguir de él una peor respuesta. Pongo el ejemplo del adolescente, porque en esta etapa, más que en ninguna otra, tu hijo necesita interiorizar de ti un sentido sano de límites y de poder personal. Pero como la mayoría de las personas no están empoderadas, no pueden ser un buen ejemplo, y caen en el rol, bien de víctima, bien de agresor con sus hijos. En lugar de ejercer una autoridad sana, vamos por la vida intentado conseguir el reconocimiento de los demás a base de imposición, ya sea por activa o por pasiva.
Dar órdenes sin fisuras Un buen guerrero tiene claro su valor, y cuando da órdenes, le hacen caso. No necesita imponerse porque los demás reconocen su autoridad. Y el sentido de sus órdenes es incitar a los demás a la acción. Así pues, la clave para dar órdenes sin fisuras es omitir cualquier contenido emocional (nada de chantajes ni culpas), no hacer ninguna referencia a los sentimientos, ya sean propios o ajenos (no le hagas sentir culpable), referirse a una acción y de manera neutra (¡recoge tu habitación, ya!), sin juicios y sin personalismos (no vale decir que es un guarro), y sin pedir primero que te escuche o que te preste atención (un buen soldado sabe proyectar lo que quiere y no necesita solicitar audiencia), sino que basta con dirigirte a él por su nombre (Jaime, ¡recoge tu habitación ya!). No hace falta gritar, ni siquiera levantar la voz, sino usar un tono muy firme y claro. Cuando el guerrero da una orden, no duda ni un instante de lo que quiere. Su voz suena sin firme y sin fisuras, y no necesita anunciar sus deseos (Jaime, quiero que recojas tu habitación – esto no es una orden). Si cuando doy una orden digo “necesito” o “quiero”, estoy expresando mi estado emocional de deseo. Esto vale para hacer peticiones con la intención de buscar acuerdos que satisfagan ambas partes, pero no para dar una orden. Y cuando se trata por ejemplo de que quieres sí o sí que tu hijo recoja su habitación, y siempre has actuado de manera sumisa, hace ya tiempo que pasó la oportunidad para llegar a un acuerdo. Si estos consejos no funcionan, no le eches la culpa a tu hijo, sino revisa dónde has tenido una fisura. Reseteo y asertividad Cuando logras por fin dar una orden, experimentas el lado contrario de la sumisión. De esta manera puedes completar la experiencia de la expresión dual del poder personal. El ejercicio de imponer tu autoridad es sano cuando tiendes a lo contrario (al igual que aceptar la sumisión es necesario para el que tiende a imponerse). Cuando logras tener varias experiencias de autoridad, puedes empezar a diseñar tus límites y ser consciente de ellos (si necesidad de llegar al extremo de tener que marcarlos). Cuando ya te sale tu autoridad de manera natural y reconoces tus límites en el momento presente, entonces habrás logrado integrar tu poder personal y ser asertivo. En ese momento podrás negociar con otros para llegar a acuerdos. La bronca sumisa Hay gente que va por la vida echando la bronca a los demás, creyendo que tienen razón, y sufriendo porque no les hacen caso. Esto no es ejercer tu autoridad, sino ser sumiso. Una bronca sumisa no es una orden, sino una exigencia cargada de emocionalidad y expectativas, hecha por alguien que no tiene claro lo que realmente quiere. Una bronca sumisa parte de una sensación de carencia que es inconsciente. La persona puede creer que le falta algo, y lo exige a los demás, pero su tragedia es que en verdad no sabe qué es lo que realmente le falta. Por regla general, a estas personas les falta padre o sobra madre. Primero es necesario tomar consciencia de la naturaleza de esta carencia, y admitir que dolió que papá dejó de hacerte caso, dejó de quererte, se dejó eclipsar por mamá, o dejó de verte como lo más importante en su vida. Admitir la vulnerabilidad, ese dolor, sentir sumisión e impotencia, es fundamental en estos casos. Te invito a conectar con tu poder personal experimentado con la polaridad contraria: autoridad o sumisión. Es necesario que atravieses tu zona de confort, es decir, ir más allá de las conductas a las que estás habituada, para poder integrar la polaridad sumisión-autoridad, empoderarte y ser asertivo. Cuando uno está empoderado y es asertivo, puede abrirse libremente, sin juicios, sin miedos y sin expectativas, a relacionarse con los demás. Guiomar Ramírez-Montesinos Psicóloga, astróloga y terapeuta psíquico
3 Comentarios
Georgina Saccone Mithieux
26/7/2017 08:29:17
Me encantó Guío!!!!
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Karina Munoz Espinosa
27/1/2021 17:28:02
"Las personas con mucho poder personal, con mucha fuerza o fuego interior, tienden a tener vivencias más extremas en este sentido. Si actúan de manera muy sumisa, se encontrarán de frente con mucha agresividad. ¿Por qué? Porque ese poder personal es una cualidad que no sabemos sostener (y cuanto mayor, más difícil), y que por tanto vivimos de manera polarizada, de tal manera que, si yo actúo como sumisa, el otro sobrepasará mis límites de forma impositiva o invasiva. Pero al revés también, cuando si actúo de manera agresiva, me encontraré con que el otro hace el rol de pasivo."
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Guiomar
27/1/2021 23:37:21
Cuánto me alegra Karina!????
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