Justo andaba dándole vueltas a cómo nos relacionamos con los demás en base a roles, y cómo eso es un esquema de relaciones dependientes que en esta Era en Red que hemos iniciado ya no tiene cabida –cómo lo demuestran las continuas crisis y enfrentamientos entre parejas, entre padres e hijos, entre empleados y jefes, e incluso entre amigos, que vivimos cada día-, cuando me tropecé en Facebook con el excelente artículo de Arístides Molina, ¿Cómo ser independientes en una relación de pareja?, en el que habla de la anti-pareja, es decir, de cómo es una relación que no se basa en roles. ¿Por qué tenemos ahora tantos encuentros y desencuentros personales? ¿Por qué tenemos la sensación de que se hace necesario trabajar tanto las relaciones, con nuestras parejas, hijos, padres…? Cómo desarrollé en mi anterior post, estamos aprendiendo por primera vez en la historia a relacionarnos de verdad. Estamos pasando de relaciones basadas en roles a relaciones desde el Ser. Durante los últimos 5mil+ años cada persona tenía su lugar en la sociedad y en cada jerarquía a la que pertenecía. El empleado tenía un papel que cumplir y su jefe otro. En casa el padre mandaba y la mujer cuidaba, mientras los hijos obedecían. A nuestros padres había que agradecerles sin cuestionamientos lo que nos ofrecían, ya que nos habían dado la vida. No importaba la frialdad con la que nos tratasen, ni el daño emocional infligido… De hecho, las emociones ni siquiera eran consideradas!!... Las relaciones así eran “fáciles”, pero ofrecían muy poco margen de crecimiento, ya que todo el mundo debía estar bien adaptado y definido por su papel, por su lugar en la familia, en el clan y en el grupo. Cualquier atisbo de un deseo individual debía ser mitigado o sofocado en favor del orden del grupo… Qué decir que ese silencio, esos secretos guardados desde hace generaciones, ahora es cuando empezamos a comprender cómo nos afectan, cómo nos condicionan, coarta nuestra libertad e incluso nos provocan enfermedades…, y por supuesto, cómo afectan nuestra manera de relacionarnos con los demás. En esta encontrada libertad que nos empieza a ofrecer el trabajo de desarrollo personal, empezamos a dejar atrás nuestras creencias condicionantes y con ellas, los roles que hasta ahora habíamos asumido. Al expresar nuestra individualidad, expresamos nuestros deseos y nos encontramos con que estos no coinciden con los del otro. Un individuo con sus propios deseos es un Ser original que no se puede adaptar a un rol –que es precisamente la anulación de la individualidad-, y esto es lo que ahora nos genera tantos quebraderos de cabeza en nuestras relaciones. Mi hijo ya no me hace caso, sino que expresa lo que quiere en ese momento y me hace ser consciente de que eso no coincide con lo que deseo yo. Me doy cuenta de que mis padres no son perfectos, y empiezo a sentir que hay mucho que no me dieron. En el trabajo ahora exijo mis derechos a mi jefe. Y en mi relación íntima me da mucha rabia que mi pareja no me de lo que yo quiero. Y tanto mayor será el conflicto cuanto menos fijo el rol que cada uno juega frente al otro. Por eso pareja e hijos copan la lista de dificultades, seguido de cerca por los padres, y por último, las laborales y los amigos “de toda la vida” –esos que siempre han sido así, ellos y sus apodos... Mis relaciones dejan de ser algo predecible, ante lo cual yo muestro siempre mi misma cara, y pasan a ser un terreno abonado para descubrirme a mí mismo, un espejo, una prueba día tras día, un reto, un terreno desconocido que se redefine en cada instante. Pero si para adaptarme a un mundo fijo yo tengo que cambiar ante cada persona, adaptarme lo mejor posible a mi rol, a mí máscara, en un Mundo en Red es la vida, el entorno y los demás que varían en su infinita singularidad, y yo quien he de encontrarme a mí mismo para ser coherente, consecuente. Y desde esa relativa estabilidad que es estar centrado en la esencia de uno mismo, es decir, desde lo más auténtico y verdadero de mí Ser, me voy a relacionarme con los demás. Sin roles, sin expectativas, sin dependencia, sin planes a largo plazo, sin reglas fijas…, pero también sin monotonía, sin traumas interpersonales, sin pérdidas dolorosas…, y con alegría, sentido de la aventura, positivismo, confianza de corazón, amor a la vida… Nadie dice que es fácil, pero es una gran aventura, un regalo y la mayor oportunidad de crecimiento personal que existe. Así que recuerda, la próxima vez que sufras por una relación, dale la vuelta a la situación e intenta descubrir qué mensaje oculta para ti, qué lección tienes la oportunidad de integrar y qué refleja de ti. Reconócete, alinéate contigo mismo y da las gracias por esta oportunidad de Vivir y Relacionarte desde el Ser. Guiomar Ramírez-Montesinos psicóloga y astróloga
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