¿Quién eres? ¿Acaso eres tu cuerpo, tu nombre, tu profesión, la ropa que llevas, tu pasado o tus creencias? No. Pero nos identificamos con todo esto y eso es lo que llamamos Ego. Tú no eres tu Ego, tú eres tu esencia, que es algo que no puedes palpar físicamente. Cuando empezamos a cuestionarnos y a trabajar en nuestro desarrollo personal, cambiamos, y este cambio nos pone en contacto con el vacío existencial, que surge de darse cuenta de que uno no es todo aquello que creía que era. Tenemos mucho miedo al cambio, porque tenemos miedo atávico al vacío. Antiguamente, no existía el concepto de desarrollo personal, ni tampoco del inconsciente. Las personas no cambiaban apenas. Es más, se resistía el cambio en lo posible. Por eso el cambio, cuando venía, lo hacía de forma abrupta, radical y destructiva. Debido a tantos siglos de cambios escasos pero bruscos, aprendimos a temer el cambio, porque asociamos el vacío a algo destructivo. ¡Sin embargo, el vacío es tremendamente creativo y vital! Sabemos que para que entre lo nuevo, primero hay que vaciar y soltar lo viejo. Cuando estamos abiertos y receptivos a lo nuevo desde ese vacío interior, ¡la Vida fluye con más facilidad! Pero cuando hay miedo al vacío, nos cerramos, acumulamos y no soltamos. Nuestro espacio interior se densifica con la energía acumulada merced a la repetición de patrones. Cuando repetimos algo muchas veces, eso se vuelve más denso y por tanto más tridimensional. La identidad egoica es eso precisamente. El Ego es repetición. Repetición de creencias, de hábitos, del nombre, de palabras, de entorno, de formas de relacionarse… El Ego se cocina en su propia salsa a base de repeticiones, hasta que la Vida decide que ya es suficiente, o hasta que la repetición se vuelve tan densa y pesada, que necesariamente ha de ocurrir una tragedia (uranazo, en términos astrológicos) para que podamos dejar de aferrarnos a aquello que repetimos. El Ser es todo lo contrario, es energía que fluye y que permite el cambio, es experimentar siempre cosas nuevas. El Ser es ligero e inmaterial. Es nuevo y no tiene que ver con la repetición. Es creativo y cambiante. El Ser no se aferra y no resiste porque no es identificación. Apego a la repetición Cuando empezamos a soltar las identificaciones egóicas, la sensación de desestructuración desestabiliza, y caemos en la tentación de sustituir unas identificaciones por otras, ya que empezamos a ser conscientes de la “insoportable levedad del Ser”. Así, nos aferramos a sentir emociones, o a acumular conocimientos, o a cuidar nuestro cuerpo, haciendo mucho ejercicio o cuidando de la salud, o a relacionarnos con muchas o con ciertas personas para sentir la conexión y la pertenencia… Pero esto no es más que apego a aquello que se repite, es decir Ego inmaduro. Y el Ego en sí no es malo, sino necesario para poder conectar con nuestra singularidad. Al igual que tampoco es malo explorar estos apegos alternativos. Pero tarde o temprano, se llega a un punto en el que también se hace necesario soltar estas identificaciones… Y esto no quiere decir que hay que soltar amistades, relaciones, o dejar de cuidarse o sentir, sino comprender que no eres eso. Funciones y números El otro día, hablando con una amiga, se me ocurrió el siguiente ejemplo para explicar la diferencia entre Ego y Ser. El Ego es como un número, mientras que el Ser es una función. Las personas que están muy identificadas con su Ego parecen muy sólidas, porque se presentan como un guarismo, por ejemplo, un 4. Una persona consciente, cuando ve a ese 4, puede quedar fascinada por su poder. Imagina por ejemplo a Donald Trump, quien, a pesar de su evidente bajo nivel de consciencia, es admirado por muchos. Cuando empiezas a hacer tu desarrollo personal, soltando patrones e identificaciones, pierdes “solidez”, dejas de ser un número. Entonces ves a un 4, y puede incluso parecer que sea más consistente, que tenga las cosas más claras, incluso puede que le vaya mejor en la vida que a ti. La duda y la culpa, por la dificultad de sostener tu propio vacío, te llevará a engancharte en tus patrones antiguos, experimentando retos ante esas relaciones, o a encontrar nuevas expresiones de esos mismos apegos. Y todo porque no puedes sentir quién eres, porque no sientes una solidez. Pero desde el Ser uno no es un número, sino una función. Imagina una función matemática, algebraica. Se le introduce un número y resulta otro diferente. Una función no tiene sustancia como un número, ¡pero sí tiene el efecto de transformar a los guarismos! Cuando somos más conscientes y, por tanto, más conectados con nuestro Ser, ejercemos funciones de manera energética. Y estas funciones transforman a los demás, ¡incluso a aquellos 4 que parecían tan sólidos! Así que, te invito a observar tus apegos y a encontrarte, reconociendo la función transformadora que ejerces sobre los demás. Pregúntate, ¿cómo es afectada la gente a través de ti?, ¿cómo dicen que les cambias? ¿Abres, liberas, conectas, impulsas…? ¿Cuál es tu función? ¿De qué manera afecta tu energía a los demás? Guiomar Ramírez-Montesinos Psicóloga, astróloga, escritora y coach transformacional
3 Comentarios
Maria Cristina Pettinari Maria
17/3/2019 20:34:39
Estoy aprendiendo Gracias Gracias Gracias YO SOY LUZ AMÉN
Responder
Nati
19/3/2019 05:41:02
Que interesante y clara forma de verlo!
Responder
Guiomar
10/5/2019 11:46:21
<3
Responder
Tu comentario se publicará después de su aprobación.
Deja una respuesta. |
Mis librosCualquier reproducción parcial o completa de este artículo ha de incluir autoría
La AutoraCategorías
Todo
|