Emociones que surgen de la nada, síntomas y dolores físicos que aparecen y desaparecen sin mucho sentido, emociones que brotan en oleadas, o resfriados que vienen y van… En las últimas semanas estos procesos están muy activos, pero no se trata del síndrome postvacacional, no es culpa de la vuelta a la rutina o porque no nos hayamos cuidado lo suficiente… Estamos limpiando memorias celulares de miles de programas que nos condicionan, muy antiguos, que ya solo entorpecen nuestra evolución. ¡Ha llegado la hora de soltar! ¿Qué son las memorias celulares? Cuando uno empieza a realizar su trabajo de desarrollo personal, lo primero que hace es indagar en el pasado para poder reconocer sus patrones condicionados. Tomar consciencia de estos es lo que nos permite librarnos de su influencia, cuando comprendemos que ya no tienen por qué determinar nuestra vida. Que si mamá no me amó lo suficiente, que si papá no estuvo presente…. Estas interpretaciones nos llevan a sentir carencias, que a su vez instintivamente nos sentimos impulsado a suplir, deseando precisamente aquello que creemos nos faltó. A estas alturas, ya muchos saben que vivir en base a carencias sólo nos lleva a atraer más carencia, en otras palabras, perpetuar ese programa que en su día nos condicionó. Hacerte consciente de tus patrones amplía tu visión y hace posible el cambio. Como dice el astrólogo Eugenio Carutti:
Esto quiere decir que somos energía, y que podemos vivir la vida de manera predestinada, desde la inconsciencia de quién somos, o empezar a conocernos, desarrollando nuestra identidad, y por tanto disminuyendo el determinismo en esta ecuación. Pues bien, cuando uno lleva un tiempo mirándose, puede empezar a encontrarse con más y más patrones, más y más atrás en el tiempo. En la biodescodificación o en las Constelaciones Familiares se hace mucho hincapié en la influencia del transgeneracional, de aquellas historias protagonizadas por nuestros ancestros que en su día no fueron expresadas, ni asimiladas, dejando una herencia familiar de sucesos traumáticos, desde hechos de guerras, abusos, violaciones, problemas de herencia, pérdidas, enfermedades mentales…, y todas aquellas cosas que la sociedad ha considerado tabú, y que contarlas implicaba pescado, castigo u ostracismo. Y si seguimos indagando, a través de técnicas regresivas o meditaciones, con hechos de vidas pasadas, que, como hace aún más tiempo de ellos, y éramos entonces todavía más bestias -véase la Edad Media o la época de los romanos-, nos podemos fácilmente tropezar con memorias de empalamientos, descuartizaciones, torturas medievales, labores forzadas en niños, pillaje y destrucción de poblados enteros, hambre con crueldad…, por mencionar sólo algunas de las lindezas que los seres humanos han protagonizado en su camino de individuación hacia el Ser durante los últimos miles de años. Conocer estas historias nos puede ayudar a comprender que lo que nos pasa no es personal, lo que es un alivio para el Ego, que entonces se puede permitir madurar un poco más, al no seguir tanto a la defensiva. Pero estos ejercicios no necesariamente te liberan de todos los programas. De hecho, la culpa y la responsabilidad puede llevarte a desarrollar una identidad en base a aquellos sucesos y tu aparente rol protagonista al haberlos descubierto. O puedes reafirmarte en tu papel de víctima porque, pobre de ti, quemaron tu poblado, mataron a tus padres y te vendieron como esclavo para las labores más atroces o vejatorias. Somos historias, obras de teatro… Pero en realidad, aquí no hay ni víctimas ni verdugos. Ni somos tan buenos, ni tan malos. De hecho, ni siquiera somos. Lo que llamamos identidad no es más que una ilusión…, una ilusión necesaria…, pero sólo una ilusión. No soy un individuo, no soy yo, porque lo que somos realmente, o lo que encarnamos, son historias, cuentos, obras de teatro… Nuestra verdadera identidad es un guión en el que puntualmente nos creemos protagonistas desde sólo uno de los actores cada vez.
Somos un elenco de actores, un racimo de personajes que interactúan en una obra de teatro que ni siquiera es original. Cada uno de nosotros “vibra” con una historia, con un drama particular que es común a gran parte de la Humanidad. Una de tantas dinámicas personales que se repiten en tantas familias: víctimas de una autoridad injusta, pérdidas que hacen temer por lo más esencial, exilios involuntarios…. Historias además imbricadas unas con otras en una maraña fractal que se ha repetido una y otra vez… Con la única variación, en el mejor de los casos, de que, cada siglo que ha pasado, nuestras vivencias se han hecho un poco menos polarizadas, un poco menos radicales o bestias…
Las células de nuestro cuerpo vibran con una historia, “la nuestra”, conformando esa memoria celular. Desde el biólogo Bruce Lipton, y la ciencia de la epigenética conductual, a la Bioneuroemoción de Enric Corbera (comparto este artículo sobre la memoria emocional), se va comprendiendo cómo las experiencias traumáticas pasadas, propias y de los ancestros, permanecen en nosotros en la forma de “un residuo molecular, un radical metilo, que se aferra al ADN y actúa de interruptor del gen”.
Nos resulta más cómodo, más tangible quizá, pensar en términos de ancestros, traumas de la infancia y vidas pasadas, pero en mi opinión, en última instancia, de lo que se trata son de memorias que llevamos grabadas en la forma de dramas o historias incompletas en nuestro cuerpo. Yo prefiero verlo como bits de información, transmitidos por un medio energético, que se densifica en nuestro cuerpo y determina los programas que nos mueven, que condicionan nuestras vivencias. Esta información, como he dicho, es de una dinámica grupal más o menos polarizada, más o menos intensa. Hay un bueno y un malo, hay una acción o su ausencia, una receptividad o apertura, y un intento de equilibrarlo todo que fracasa. Este drama es el que conforma la Estructura del Ego, y en él se combina la lucha milenaria entre el poder, que se enroca en su posición, y la razón, que quiere el cambio, con el resultado de perder la inocencia, la conexión, lo más puro. Y, tal y como explico en el artículo del enlace anterior, esta pugna es lo que cocina el Ego. Nuestro objetivo es madurarlo, integrando estos tres aspectos o movimientos, para “empoderar a nuestro niño interior y dar nuestros talentos al mundo”. Limpiando memorias celulares Para madurar el Ego, hemos de dar cierre a esas heridas, comprendiendo que gracias a ellas hemos desarrollado nuestros talentos, aquellos que dan sentido a nuestra misión de vida. A esto se le llama “perdón”, pero yo prefiero llamarlo “comprensión desde un punto de vista ampliado”. Hemos llegado a un punto evolutivo, toda la Humanidad, en el que ya se comprenden muchos de estos dramas. Hay mucha información en la consciencia colectiva sobre cómo integrar las diferentes historias. Por es el movimiento hacia la conexión con el Ser es cada vez mayor y más rápido. Llevamos unas semanas en las que este proceso parece haberse acelerado. En concreto, a nivel colectivo, se están limpiando muchas memorias. Síntomas, dolores que vienen y van, enfermedades, resfriados, cambios de humor oscilantes y bruscos, oleadas de emoción…, son en realidad únicamente memorias que empiezan a salir de nosotros, dejando espacio, dejando hueco, para algo nuevo. Si interpretamos estas señales de manera tradicional, con preocupación y culpa, sólo conseguiremos que esas memorias se vuelvan a fijar en nuestras células. Si, por el contrario, comprendemos el proceso y ponemos la intención en que pueden manifestarse y salir de nuestro campo, lograremos soltarlas. Ese programa podrá dejar de condicionarnos. Sugiero que, ante estos síntomas -que si son físicos no está de más cuidarse para que no se perciban demasiado intensos (el sufrimiento ancla)-, reconozcamos que son memorias celulares de nuestros patrones, aunque no sepamos de qué o cuáles (es mejor no intentar saberlo en el momento, ya que la razón también fija), y demos las gracias por la oportunidad que nos brindan para liberarnos, para integrarnos. También hay que poner la intención en que la energía con esa información se mueva hacia afuera, se difumine o disipe. Salga de uno. Estamos viviendo tiempo increíbles, con cambios fascinantes. De cada uno depende cómo interpreta su situación. Si desde el victimismo, la queja y la escasez, o desde el empoderamiento, el crecimiento y la plenitud. Puedes leer más sobre las memorias celulares en este artículo Guiomar Ramírez-Montesinos Psicóloga, astróloga y terapeuta psíquico
0 Comentarios
Tu comentario se publicará después de su aprobación.
Deja una respuesta. |
Mis librosCualquier reproducción parcial o completa de este artículo ha de incluir autoría
La AutoraCategorías
Todo
|