Os quiero contar un cuento que soñé un día sobre una escuela griega que existió en Jávea hace más de cuatro mil años, y en la que los hombres invitaban a las mujeres para que éstas les comunicaran la sabiduría que provenía de su percepción sutil del mundo. Érase una vez un pequeño poblado íbero asentado en torno a una montaña mágica, que con el tiempo se llamaría Montgó. Érase un pueblo agrícola, que cultivaba sobre todo cereales y olivos, aunque gracias a la extracción de metales para la fabricación de monedas y elementos decorativos contaban con un incipiente desarrollo comercial con los colonizadores griegos. La vida transcurría pacífica en una zona de naturaleza generosa y clima moderado y benigno, y ambos pueblos convivían sin problemas al contar con intereses complementarios. Los íberos extraían su sustento de la tierra, mientras que los griegos aprovechaban las bondades del mar y formaban parte de las rutas comerciales con otras polis como Akra Leuka, Alonis o Emporion. Entre ellos colaboraban y comerciaban algunos bienes. Dada la especial luz de la zona, que siempre ha inspirado al contacto con uno mismo y a la reflexión a los pobladores más mentales, y al descanso y disfrute de lo natural a los más sensoriales, los colonos griegos empezaron a reunirse en foros para compartir el fruto de sus experiencias. No tardaron tampoco en crear una pequeña escuela, justo en una punta rocosa, unos metros más elevada que el entorno, situada en el extremo norte de una rada arenosa cuyo cordón dunar servía para delimitar un lago salobre donde se cultivaba la sal. Hemeroscopea, o atalaya de luz, la llamaron, por el faro blanco facetado de unos 6 metros de alto que advertía a navegantes de la punta rocosa, y por su vocación de servir de guía de sabiduría. Hemeroscopea fue conocida por las élites académicas de la época, quienes habían oído hablar del conocimiento natural que allí se podía obtener gracias a las Leukas, tres mujeres de tez muy blanca y aspecto casi luminoso que, gracias a su percepción sensible del mundo y del cosmos, podían alcanzar una sabiduría inaccesible mediante la mera observación de los fenómenos materiales y su relación causa-efecto. Las Leukas obtenían su conocimiento de la introspección y a través de su piel y sus sentidos. Cerraban los ojos, respiraban larga, lenta y profundamente, y así podían acceder a memorias pasadas y futuras, a niveles de experiencia sutiles e inmateriales, y hasta a los secretos después de la muerte que tanto fascinaban a algunos eruditos de aquella época..., y que acudían a Hemeroscopea a escuchar a estas mujeres sabías en sus pláticas, ya que era precisamente en esas conversaciones cuando las percepciones de las Leukas cobraban forma y se podían relacionar con la realidad del mundo tangible, y podían ser escuchadas por los hombres ávidos de conocimiento. Las reuniones del foro de Hemeroscopea eran sencillas en su forma. Las Leukas se disponían en semicírculo, de pie y con los brazos abiertos y extendidos apuntando de manera oblicua hacia el suelo en disposición de ofrecimiento. Una al lado de la otra, se turnaban en sincronía para hablar, para compartir cada una su visión, creando así una imagen única, que a la vez se hilaba con experiencias compartidas en otras sesiones, y así, iba cobrando coherencia y contundencia. Mientras, los estudiosos apuntaban con cuidado y concentración cada vocablo, cada gesto..., no vaya a ser que se escapara una pequeña pieza de información relevante. Como he explicado antes, se trataba de un conocimiento diferente al accesible por los hombres, que estaba basado en la observación y la comprobación de las repeticiones para justificar una relación causa-efecto. Las Leukas obtenían su comprobación de los fenómenos más sutiles que surgían coincidentemente a raíz de sus percepciones: un cambio en el tiempo, un atardecer especialmente bello, una brisa que aparece y desaparece en el momento de nombrar alguna información relevante, incluso un pequeño temblor de tierra o animales que se acercan a saludar eran los indicadores de que las conclusiones obtenidas eran certeras. Conclusiones que luego se verían confirmadas también en el tiempo. No se trataba de magia. Ni siquiera era un fenómeno extraño o novedoso. Esta sabiduría de las Leukas era nada más y nada menos que el contacto directo con la madre naturaleza, con la diosa madre, que había sido el centro espiritual de la sociedad neolítica hasta el inicio de la Edad Antigua, pero que desde que surgieron las primeras ciudades fue siendo sustituida por los dioses masculinos, que empezaron a separar el cielo de la tierra, y por tanto, el conocimiento de la percepción sensible, relegando la sabiduría femenina a pocos reductos. Es por eso que Hemeroscopea pretendía rescatar esta fuente de conocimiento que tan bien complementaba la visión filosófica del mundo que se estaba desarrollando en la cultura helénica, y ser así el germen de una nueva corriente de pensamiento. Pero como ya sabemos, demasiado conocimiento no siempre es bienvenido porque puede ser una amenaza para el poder establecido... De hecho, uno de los jefes íberos, llamado Arjigos, empezó a recelar de lo que acontecía tras los muros de Hemeroscopea, sobre todo después de que los griegos no quisieran comprarle los adornos que tenía para ofrecerles, unas hermosas alhajas en forma de diademas de delicada filigrana y pendientes elaborados en oro y plata. Indignado estaba, sabiendo que su tesoro era el mejor del mundo pero que la escuela sofista no tuviera interés, y más sabiendo que faltaba poco para los meses más fríos y que necesitaba el dinero porque el casamiento de su hija le había dejado muy escaso de provisiones. Pero entonces, llegó a Hemeroscopea el jefe de una polis lejana, Aplistos, interesado en la información que las Leukas tenían que ofrecerle, pero con turbios y avariciosos fines que disimulaba confesar con ideales que aludían a la unión territorial como modo para compartir con más ciudadanos el conocimiento. Por supuesto, nada más lejos de su intención....... Ese día las Leukas, en su sesión de introspección, se sumieron en una profunda tristeza con visiones grisáceas teñidas de rojo, con la sensación de rugidos y el sonido sordo de inocentes agonizando en un tiempo no muy distante que aún no había acontecido. El miedo se apoderó de ellas. Sus pálidos rostros de repente perdieron su luz y esta vez sus mensajes no iluminaron a los allí reunidos, sino que envió un escalofrío inquietante por las columnas de cada uno de los hombres, y enfureció al visitante Aplistos que interpretó ese mal augurio como una amenaza mal intencionada a sus ambiciones. Furioso, se negó a creer la información que se le había ofrecido con sensibilidad, y es más, convencido que las Leukas le habían echado el mal de ojo, decidió secuestrarlas para tenerlas bajo su dominio con la idea de obligarlas a que los mensajes serían así favorables a sus intereses y ambiciones. Así pues, esa noche, con nocturnidad y alevosía decidió secuestrar a las Leukas y llevárselas por mar a su polis, presumiendo la nula resistencia que sufriría en Hemeroscopea. Al fin y al cabo, no había soldado alguno para defenderlas. Entonces, en cuanto la noche se cerró y la luna llena emergió por el horizonte, entró en la sala de las mujeres y secuestró las dos que allí encontró. La tercera, la más joven, había huido antes. Alertada por una visión, había avisado a sus compañeras del peligro inminente, sin embargo, aquellas, apoderadas por el miedo, se habían quedado inmovilizadas. Esa misma noche, poco después del secuestro, la luna se tiñó de rojo y lloró lágrimas de sangre hasta que un oscuro velo cubrió el cielo y el frío viento empezó a soplar con tremenda fuerza. Unas cuantas gotas de agua cayeron con dureza mientras el mar comenzó a embravecerse y poco después la lluvia comenzó a arreciar con una tremenda furia. Una densa y violenta capa acuosa empezó a frustrar los intentos de Aplistos por huir con sus presas por mar. Las enormes olas devolvían la embarcación hacia la costa. En un intento desesperado por encontrar refugio, Aplistos ordenó seguir la derrota hacia una cala cercana, sin apercibirse de la difícil travesía por los traicioneros acantilados que jalonaban la costa a modo de muros defensivos. Las Leukas, prisioneras y conscientes de su destino, se sentían impotentes de ofrecer sus consejos ante tanto autoritarismo, y se limitaron a cantar una extraña canción, sin palabras, sólo con gemidos, que no se distinguía como diferente al sonido del viento, la lluvia y el mar. La nave se estrelló inevitablemente contra un peñón que asomaba traicionero, rompiéndose con un gran crujido en varios pedazos y hundiéndose en la profundidad, succionando con su masa a las Leukas a lo más profundo del abismo marino.... La fuerza del temporal destruyó también el faro y parte del muro de Hemeroscopea. El jefe íbero Arjigos comprendió que esto había sido una señal divina indicando que nada bueno se cocía en esa escuela, y que por tanto ahora tenía él el derecho de saquear y llevarse todo lo que en ella se encontraba que le pudiera interesar. No le fue difícil convencer a las gentes que le labraban sus campos, a quienes los temporales aterrorizaban desmesuradamente, de la malignidad de aquel lugar. Y así, en menos de una semana, no quedó ni rastro de aquel hermoso lugar de encuentro de sabiduría.... Desde entonces, Jávea sufre el rechazo de su conocimiento innato, y las gentes que en este valle han ido habitando durante los siguientes siglos han seguido añorando sin saberlo esa conexión perceptiva y sensible con el mundo y la sabiduría que de allí se extrae. Es por esto que los javienses sienten que son el “rovellet de l’ou”, ya que Hemeroscopea fue durante unos años el centro filosófico del mundo entonces conocido. Y es por esto que los de Xàbia tienen un miedo atávico al agua y, se sienten de alguna manera desconectados de su herencia y con una profunda nostalgia de esa comunicación natural... Y es así como, desde entonces, a las mujeres se nos ha dejado de reconocer nuestra aportación que proviene de nuestra percepción sensible del mundo, y hemos sido relegadas a meras criaturas sentimentales, sin alma ni inteligencia, arrastradas a lo más profundo del mar de nuestra emocionalidad, como si las toneladas de agua que hemos llorado desde entonces nos hubiesen alejado cada vez más de nuestra esencia femenina. Desde que las Leukas se alejaron del faro de Hemeroscopea, se ha separado a las mujeres, y la humanidad se ha ido olvidando de la sabiduría que alberga nuestra sensibilidad cuando nuestras percepciones son compartidas con otras mujeres, y así contrastadas, y luego verificadas mediante las sutiles sincronías de lo apenas apreciable y del mundo natural.... Cuenta la leyenda, que llegará el día en el que tres mujeres de rostro blanquecino llegarán a Xàbia y, cuando estén el lugar donde antiguamente existía Hemeroscopea, contactarán con las memorias de las Leukas, quienes les enseñarán a liberar los recuerdos de los terrores sobrevenidos por la serpiente maligna que simboliza el lado oscuro de la naturaleza. Así, por fin, las almas de los aterrorizados podrán marchar hacia la luz, liberando de paso las conciencias de las Leukas, quienes cogidas de la mano subirán en espiral por un gran tubo luminoso que bajará de una apertura en el cielo, dando paso entonces a la aparición de las seis níveas, unos seres femeninos de gran belleza, bondad y sabiduría. De esta manera se sanará la herida en el alma de Jávea, y volverá a surgir Hemeroscopea de las aguas, convirtiendo a la villa otra vez en un lugar de encuentro, que será reconocido en todo el mundo por la aportación que las mujeres hacen al estar en contacto con la sabiduría que proviene de su percepción sensible de la vida y del compartir mutuo de esta experiencia sutil… Y este cuento que os he contado es lo que he soñado. Si alguna vez existió Hemeroscopea como una escuela basada en la sabiduría de lo femenino, o no, lo dejo a vuestra meditación. Os invito ahora a sentir e imaginar si realmente ocurrió así. Y os invito a compartir lo que os indica vuestra inspiración, vuestros sueños y vuestra intuición con otras personas sensibles para así poder contrastar las diferentes visiones... Guiomar Ramírez-Montesinos psicóloga, astróloga y terapeuta psíquico
1 Comentario
La sensibilidad femenina ha sido demonizada por la brutalidad mascualina. pero en el siglo XXI la transmutación de la esencia en puro equilibrio, despertará las armonías que nos harán volver a la sensibilidad y al aprendizaje de la unión en la 5D. donde lo que es arriba y abajo se unen y todo se concentra en el UNO.
Responder
Tu comentario se publicará después de su aprobación.
Deja una respuesta. |
Mis librosCualquier reproducción parcial o completa de este artículo ha de incluir autoría
La AutoraCategorías
Todo
|