Toda relación es una rica fuente de aprendizaje. Sobre ellas proyectamos lo mejor y lo peor de nosotros. Cuanto más íntima, mayor entrega y vulnerabilidad. Esta apertura activa las memorias celulares que aún quedan por ahuecar. En el caso de las relaciones íntimas, la energía que se mueve es más intensa y dramática. Una relación de pareja es un acelerador evolutivo. En este post os hablaré de éstas, aportando una visión distinta sobre las dinámicas más habituales, y cómo aprovecharlas de una manera más constructiva. De manera ilustrativa hablaré de las relaciones heterosexuales, aunque lo que describo es a nivel arquetípico y no literal. Cada persona es un mundo y cada relación es única. Todos tenemos una parte masculina y otra femenina, y hemos de integrarlas. Cuando existe una relación íntima, y en especial si hay relaciones sexuales, sucede que las energías de ambos miembros de la pareja se entremezclan y se conectan con el Universo. Se activa el kundalini, se “conecta cielo y tierra”. La energía que se pone en marcha cuando dos personas se entrelazan, y se vinculan desde la vulnerabilidad y la entrega, tiene un potencial creativo inmenso. Pero antes de poder crear, se activan otros procesos.
La mujer, o el miembro de la pareja con mayor proporción de energía femenina, es la primera en entrar en contacto con el material subconsciente común a ambos. Sea o no consciente de ello. Su labor es empezar a hurgar en ese chapapote emocional para “desenterrar” y revelar las emociones viejas ancladas en creencias ancestrales, ahuecar las memorias celulares compartidas, y descubrir los talentos que se ocultan detrás de ellas. Para ello cuenta con la palabra como mejor herramienta de expresión, ya que, por definición, al nombrar lo subconsciente, éste contenido pasa a ser consciente. No es una tarea fácil, especialmente porque la mayoría de las personas desconocen que este proceso está teniendo lugar, pero también porque no tenemos costumbre de indagar en lo más profundo de nuestras emociones y miedos. Por regla general, necesitamos ayuda, idealmente de la pareja, pero si no, de una buena amiga o confidente, de un terapeuta emocional, del trabajo artístico, de la danza, o de cualquier otro medio que nos ayude a expresar lo que sentimos. Pero el proceso no termina allí. Si la mujer continua en la relación, la conexión energética con su pareja permanece, y ella sigue “ahuecando” el material subconsciente común a ambos. En algún momento ha de compartir la información sentida y ahuecada con su pareja. Es decir, comunicarle lo que ha comprendido, lo que ha sentido. De esta manera él podrá también trabajar sus sombras y descubrir sus talentos; y además, podrá ayudarla con su impulso a salir de los abismos emocionales, dándole una visión más amplia, y estimulándole para sacar sus talentos al mundo. Entrar en contacto con el chapapote emocional subconsciente común es un acto de entrega desde una máxima vulnerabilidad. No poder comunicarlo a la pareja provoca una gran sensación de inseguridad dentro de la relación. Ella puede terminar no confiando en su pareja. Tradicionalmente, la respuesta del hombre ante esta muestra de temor es contratar un seguro de hogar, comprar una casa más grande o un coche más robusto. Además, en vez de reconocer esa sensación de inseguridad como lo que es, se proyecta la inseguridad sobre el mundo, con lo que se percibe a éste lleno de amenazas. En parejas menos tradicionales, o más jóvenes, o aquellas con menos recursos, que no son capaces o no tienen la opción de “comprar” o construir su seguridad estructural, se proyecta esa inseguridad directamente sobre el otro. Esta reactividad interna desestabiliza enormemente la relación, y lleva en el mejor de los casos a la ruptura –ya dice el refrán que, “cuando la pobreza entre por la puerta, el amor salta por la ventana”, o en el peor, a la violencia. La forma en la que hombres y mujeres trabajamos nuestro material inconsciente es diferente, porque tenemos funciones y maneras de desarrollarnos personal y espiritualmente complementarias. Las mujeres necesitamos conectar, comunicar, para empezar a poner palabras a lo subconsciente y así traerlo a la luz. A través de la comunicación además contrastamos nuestras percepciones y, al compartir visiones y experiencias, podemos afinar a la hora de descubrir los complejos y creencias heredadas, programadas, condicionadas, karmáticas, o cómo queramos llamarlas, así como los talentos ocultos detrás de éstas. El hombre, sin embargo, se encuentra a sí mismo en la soledad de la aventura, en la vivencia de su independencia, y en el ejercicio de su voluntad. Pero más de cinco mil años de jerarquías y roles nos han alejado de estas tendencias tan naturales y necesarias para nuestro desarrollo. Y lo que es peor, nos han separado de la posibilidad de enriquecernos mutuamente al compartir y aprender las cualidades del otro, integrando ambas polaridades, femenina y masculina. Afortunadamente, éste es precisamente uno de los primeros aprendizajes a los que debemos enfrentarnos en la Era del Ser. El hombre debe aprender a “bajar la guardia” cuando la mujer le quiere contar lo que siente, y resistir el impulso de querer solucionarle algo. No está rota. Está intentando comunicar un proceso que también le atañe a él. Siglos de expectativas sobre ellos han terminado por ahogarles, y les resulta tremendamente difícil, a partir de cierta edad, no creer que son responsables de la seguridad física de las personas a las que quieren, de la familia, o de las que sienten han de proteger. Por eso no pueden escuchar desde el sentir. Inconscientemente temen percibir en ellos mismo una vulnerabilidad castigada desde hace milenios con el ostracismo y la destrucción de todo aquello que aman, y el instinto les lleva a reaccionar con la acción, ya sea dando consejos, trabajando, y/o saliendo de casa, cuando aparecen las temibles y desintegrantes emociones de los complejos subconscientes del chapapote emocional compartido. Pero no sentir, no escuchar desde el corazón y dar consejos reactivos, sólo sirven para cortar la comunicación (ver El Viaje de la Mente). Esta desconexión escinde el verdadero proceso creativo que empezó a gestarse entre ambos miembros de la pareja. La energía se queda atrapada en el sistema, en un –llamémoslo así- olla de presión, que ha de sostener la mujer. Flaco favor para su estabilidad emocional. La solución biológica para exteriorizar esta energía, al no estar disponible el canal creativo original, es hacer un hijo (o hija). Entonces éste será el responsable de llevar fuera del sistema el material inconsciente no resuelto, no sin antes dar otra oportunidad a sus padres de sacar el chapapote fuera a través de las proyecciones. Si aun así ambos miembros de la pareja no logran traer a la consciencia sus patrones y creencias, serán luego los hijos los que perpetuarán la información subconsciente, así como los traumas y conductas ligados a esas creencias, y quienes tendrán la misión de liberarla, o transmitirla a la siguiente generación, hasta su resolución. Cuando una mujer se queda con la energía atrapada en el sistema, hay una serie de conductas clásicas que evidencian el proceso subconsciente que en realidad está sucediendo. Se obsesiona por limpiar y poner orden, que es un reflejo de la necesidad de limpiar y ordenar el subconsciente común, intenta controlar que nada ni nadie esté fuera de lugar, o en el mejor de los casos, cocina, como si mediante la alquimia y transformación de los alimentos, y su combinación en la creación guisos, pudiese así transmutar esa energía subconsciente y comunicarla al hombre a través del alimento. No en vano dice el refrán que, “al corazón del hombre se llega a través del estómago”. Otra solución biológica típica es espaciar las relaciones sexuales o directamente dejar de tenerlas, para evitar acumular más energía de la que se puede drenar. Pero si aun así ésta no se libera, porque la mujer está pendiente de los demás y no dedica tiempo a ella misma -una estrategia clásica para no tener que lidiar con el material subconsciente (obviamente no se hace a propósito, sino por condicionamiento cultural)-, entonces se corre el riesgo de sufrir alguna enfermedad, siendo las más clásicas el cáncer de mama y la fibromialgia, o dolores musculares aparentemente inespecíficos. Mientras esto le sucede a la mujer, el hombre se va enajenando del mundo emocional que ella propone, refugiándose bajo múltiples obligaciones autoimpuestas, realizando algún deporte, reafirmándose en la acción, o incluso en alguna relación extramatrimonial, a través de la cual buscaría alimentarse de la poderosa energía que se activa en los encuentros íntimos, obteniendo “combustible fresco” para sus proyectos. Obviamente la mujer también puede tener relaciones extramatrimoniales, pero tarde o temprano se encontrará cargando con más material subconsciente por ahuecar. Y tener dos frentes abiertos es más complicado que tener sólo uno. De ahí que sea mucho más probable que, si ella tiene otra relación, corte con la primera o no deje que la segunda dure tanto. En definitiva, para una mujer (o la persona más vulnerable y que más se entrega en una relación), es mucho más difícil sostener más de una pareja a la vez, debido a que conecta con las memorias celulares compartidas con cada una; y si con una ya cuesta, ¡imagina con dos! Al final muchas mujeres hipotecan su conexión sensible para protegerse, haciéndose más masculinas y mentales. Volviendo al hombre, el control no es exclusivo de la mujer. De hecho, es más una cualidad masculina que podemos observar en aquellos que, convencidos de que son grandes protectores de su clan, limitan y dictan cada movimiento de cada miembro del hogar que sostienen bajo su auspicio, como si así pudiesen limitar y controlar el contenido subconsciente que bulle bajo la superficie y pugna por salir, y que es proyectado fuera en la forma de una visión del mundo cataclísmica. Es bien conocido que este tipo de actitud produce descendientes cargados con la rabia que sus ancestros no han sabido canalizar al encorsetar cualquier expresión emocional. Podría seguir poniendo ejemplos de situaciones que resultan de no comunicar y de no aprovechar positivamente las energías que se movilizan en una relación de pareja, pero te invito a plantearte todas las posibles variantes desde tu propia perspectiva. Ahora, cabe añadir que cuando una pareja ha conseguido madurar su relación, cultivando la confianza, compartiendo, prestándose mutua atención y comunicando entre ellos, y ya tuvieron hijos que se llevaron parte del chapapote emocional subconsciente (con sus memorias celulares) fuera del hogar, y lograron un equilibrio entre la energía movilizada y la expresada y compartida, entonces es cuando realmente puede crear un proyecto sólido en el mundo. Por eso dice el refrán, “detrás de cada gran hombre hay una gran mujer”. En la Era del Ser, la mujer conseguirá poner nombre al material subconsciente movilizado por el encuentro íntimo en la pareja, y podrá enfrentar sus miedos, descondicionar sus creencias y sacar sus talentos. El hombre aprenderá de ella a comunicar, escuchando lo que tiene que contarle sobre lo que ha aprendido a nivel emocional. Ella le servirá de ejemplo a él, y le inspirará para realizar su trabajo personal, y él la estimulará para salir al mundo y manifestar su voluntad. Ambos aprenden, ambos crecen y ambos emprenden. Guiomar Ramírez-Montesinos Psicóloga y astróloga
4 Comentarios
LUPITA
27/1/2016 00:18:25
Muy buen mensaje aunque un poco complicado de entender tuve que leerlo 2 veces hasta que finalmente poco a poco fuí captando la esencia del mensaje.
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Virginia Vega
28/1/2016 08:41:58
un punto de vista muy diferente pero completo. Felicito a quien lo elabora
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Angela Karina
8/2/2016 09:40:47
Muy buen articulo, gracias por compartir la información !!!!
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Paula
19/3/2023 23:09:03
Tal cual...arquetipico y real
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