No ayudes a los demás; ayúdate porque no hay nadie más

Toda la vida escuchando que si eres bueno has de ayudar a los demás, que no hay que ser egoísta, y resulta que te pones a hacer tu trabajo de desarrollo personal y llegas a la conclusión de que no está bien ayudar a los demás... ¡Ah! Pero el servicio es otra cosa... La clave está en comprender qué significa ayudar a los demás, y desde dónde ayudamos.

Tener empatía está ahora más de moda que nunca -con eso de las Personas Altamente Sensibles-, pero te hace percibir con más facilidad el dolor del otro, y por tanto su problema..., y como a ti también te duele, quieres aliviar el sufrimiento ajeno.

¿Pero realmente es ajeno el sufrimiento del otro? No lo es. Nada de lo que percibes, nada de lo que te sucede es ajeno a ti. Todo lo que vives en tu realidad externa no es más que un reflejo de la realidad interna. Proyectamos todo. Somos incapaces -por ahora- de ver el mundo realmente cómo es, y nos relacionamos con aquellos trocitos de nosotros que aún no hemos integrado, creyendo que es el mundo que nos rodea que nos afecta, que los demás nos hacen cosas, y que hasta que las circunstancias no sean favorables, no podremos tener lo que queremos, ser quiénes somos y estar en paz.
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Para mí el trabajo personal más potente que existe es con las proyecciones. Es necesario ser muy humilde para verte realmente, para sostener tus polaridades y darte cuenta de tu ficción; para realmente ser capaz de no echar la culpa fuera de nada y hacerte responsable de ti mismo. Es un trabajo continuo, pero fascinante.

Si realmente te das cuenta de que todo, absolutamente todo lo que ves es una proyección tuya, terminas comprendiendo que no puedes ayudar a nadie, ya que el problema está en ti y el otro –desde ti- no existe. Si ves que a tu amiga le ha dejado su novio y se siente desconsolada por el abandono, y sientes la necesidad de ayudarla, mira primero por qué tú te sientes abandonada. Si quieres echarle una mano a alguien para que se integre en un grupo, reflexiona antes sobre por qué tú te sientes diferente. Si sientes el impulso de cuidar a un enfermo, entonces, ¿qué es lo que te hace sentirte como un inválido? Quizá debas hacerte primero con tu poder personal.

No podemos pretender ayudar a nadie si antes no nos hemos ayudado a nosotros mismos. De la misma manera que no podemos querer a nadie, si antes no hemos aprendido a amarnos -esto sí que nos suena más...-.

¿Qué nos motiva entonces a ayudar a los demás? La culpa. Pero la culpa no es más que el síntoma de la separación de uno mismo. Si el miedo -a ser abandonados, rechazados o perder el control- es la mecha, se puede decir que la culpa es algo así como el combustible de las proyecciones. El miedo te impide ver quién eres. La culpa te mantiene en la ilusión de separación. Juntos hacen el Ego.

El servicio es otra cosa. El servicio pasa primero por comprender que antes de ayudar a otro, has de ayudarte a ti mismo, entendiendo que el problema que percibes en el otro es tuyo. Y después de hacer un trabajo de integración contigo mismo, lo cual tiene como resultado descubrir talentos propios, pones estos al servicio de los demás, de manera impersonal..., y profesional. Es decir, ayudas a quién te lo pide, entregando tus dones para el bien común, sin esperar reconocimiento a cambio.

La teoría está muy bien, pero sé que es muy difícil no ayudar cuando alguien que conoces lo está pasando mal. Yo soy la primera que sigue haciéndolo..., pero tengo muy en cuenta que no es más que una proyección mía, que he de mirarme en mí lo que creo que estoy "arreglando" en el otro. Y agradezco al otro el ser mi mensajero de ese aspecto que tenía abandonado en mí.


Guiomar Ramírez-Montesinos
Psicóloga y astróloga