Muy a nuestro pesar, nuestra cabecita tiende a ir por su cuenta a menudo, y cuando eso ocurre, se enciende el modo “crítica”. La crítica (que se asocia con la Energía de Virgo) puede estar dirigida hacia otros o hacia uno mismo, pero es exactamente lo mismo. Al fin y al cabo, el otro no existe, sino que es un reflejo de tu proyección. A veces intentamos parar la crítica, negarla, sofocarla o rechazarla, sobre todo si uno se identifica con ser más espiritual. Otros directamente se creen ese diálogo de crítica que surge en su cabeza, y se convencen de que el malo está afuera o es uno mismo. Sea como fuere, la crítica hace daño. A ti, porque te baja tu vibración, y en especial si la diriges hacia ti mismo, y a otros, porque no les ayuda a sacar lo mejor de ellos mismos, sino a reaccionar desde el Ego y a caer en sus patrones más bajos. Para suavizar la cosa, se habla de crítica constructiva. ¿Pero, constructiva según quién y para quién? Cuando operamos desde la crítica, lo mires cómo lo mires, nos conectamos con nuestra energía más densa. Es más, la crítica te separa completamente del fluir de la Vida, de la Abundancia y de crear tu propia realidad. Sin embargo, no se trata de reprimirse, ni de negar que existe, sino comprender por qué surge y qué nos está queriendo decir de nosotros mismos. Para desde allí, volver a conectarnos con nuestro Ser y volver a fluir. ¿Cuándo surge la crítica? La mente crítica es consecuencia de estar relacionándose con algún patrón muy antiguo para ti. Nuestra vida es relación, y todas las relaciones corresponden a patrones propios. Esto se ve muy claro en las Constelaciones Familiares. Todo lo que te sucede no es más que una proyección de algo en ti que, generalmente, es subconsciente. Negamos fragmentos de lo que somos, por miedo a no ser aceptados, a no encajar entre los demás, y los proyectamos afuera, para luego tener una relación con ese fragmento, generalmente incómoda o tensa, y otras de dependencia. Por ejemplo, puedes pensar que eres alguien que no siente odio hacia los demás, pero resulta que no paran de aparecer personas que te muestra esta emoción. Niegas tu odio porque temes sus consecuencias sobre los demás y, por tanto, sobre ti, y lo proyectas afuera. Cada vez que te aparece el odio, lo rechazas, pero continúan apareciendo personas que lo representan, porque esa emoción está en ti. Rechazar una y otra vez crea el hábito crítico. En otras palabras, la crítica es rechazo sistemático de algo que está en ti, pero que no reconoces. Es un intento de huir de un aspecto tuyo, sin darte cuenta de que no puedes separarte de ti mismo. La crítica y las polarizaciones Desde otra perspectiva, la crítica es una manera que tiene el cerebro para separarse del input de información. Si el input sensorial que recibimos es demasiado intenso, el cerebro reacciona separándonos de lo que sentimos. Esta reacción es la que ha creado el cerebro racional, con el cual nos hemos identificado. Es más, esto es el Ego. El input sensorial es vehiculizado por energía. La energía lleva información, que le da su cualidad. La energía no es ni buena ni mala, pero sí demasiado intensa para que nuestros cuerpos puedan asimilarla de manera completa. Su impacto provoca una sensación tan fuerte que la mente se disocia. Esto crea la consciencia de separación y la expresión de las polaridades (realidad dual), que resulta en la identificación con uno de los polos, y la proyección del otro. Luego, el juicio de bueno o malo es una estrategia de la mente para anticipar el “peligro”, y evitar así tener que exponerse a la intensidad de la energía sin polarizarse… El problema es que sucede todo lo contrario. Cuánto más nos resistimos, mediante los mecanismos mentales de la racionalización y el juicio, a tener la experiencia, cuánta más resistencia generamos, mayor será luego el impacto de la energía cuando te penetre (Uranazo). Imagina que tus ancestros perdieron su hogar pero, como no pudieron parar y sentir la desolación de la pérdida, transmitieron un programa que dice, por ejemplo, “cuando por fin logramos ser felices y asentarnos, sucede algo que nos lo quita todo”. Las siguientes generaciones entonces heredan este programa, y desarrollan conductas compensatorias. Alguien se dedica a la compra de bienes inmuebles y hace inversiones que le salen mal; otro es un bohemio que no cree en quedarse en ningún sitio, hasta que se enamora y luego pierde a su mujer; y otro busca asentarse y echar raíces en algún lugar, pero se encuentra con que la Vida se lo impide sistemáticamente… En todos los casos, lo que se requiere es sentir el dolor de aquella pérdida ancestral. Aquel duelo que en su día no se vivió. Y cuanto más se resiste la experiencia sensible de, en este caso sentir la pérdida, mayor será la intensidad de la vivencia necesaria para romper la cáscara del Ego, atravesar los patrones mentales y las conductas compensatorias destinados a evitarla. Es decir, cuanto más intentamos evitar sentir (tener la experiencia sensible) la pérdida, más drástica necesitará ser la vivencia (mayor la pérdida) para que la energía-información penetre en el cuerpo y sea experimentada (e integrada). Y es la mente (Ego), con sus juicios y críticas, la que nos separa de sentir la experiencia, intentando evitarla de todas las maneras. Pidiéndole peras al olmo Entonces, ¿qué sucede cuándo la crítica se vuelve obsesiva o muy presente en nuestra vida? Pues que es un indicador de que estás relacionándote con un patrón que para ti (y tu árbol genealógico) es ya muy viejo, ha sido repetido demasiadas veces, y toca soltarlo, integrarlo y empezar a experimentar una nueva línea temporal, un nuevo patrón. La crítica te desconecta de tu cuerpo, como ya hemos visto, y de la realidad, del fluir de la Vida. Es como si te quedaras estancado en el tiempo, en el Día de la Marmota, repitiendo siempre lo mismo. Quedarse enganchado repitiendo patrones lleva a un estancamiento de la energía, al cansancio, al malestar. A veces tenemos la sensación de que alguien o algo nos chupa o resta energía, pero lo que realmente sucede es que te estás relacionando con un patrón que ya es muy viejo para ti. Esta situación mantenida en el tiempo puede llevar a la depresión. Cuando nos quedamos estancados con un patrón, es como si intentáramos pedirle peras al olmo. Estamos esperando que, repitiendo el mismo patrón de siempre, suceda algo diferente. Por ejemplo, si mamá no me hizo caso cuando yo era pequeña, luego de mayor buscaré afuera a alguien como mamá (inconscientemente), esperando que me haga caso, y obviamente encontrándome con exactamente la misma falta de atención. La paradoja es que el huerto está lleno de perales deseosos de darnos sus frutos, pero el foco de nuestra atención está fijado en el único olmo. Y en vez de darnos la vuelta, que se hace activando nuestra mente creativa y saliendo de la zona de confort, mantenemos la expectativa y exigimos al olmo que se de cuenta, y que nos de algo diferente a nuestros patrones ancestrales. Y cuando no lo recibimos, nos enfadamos con el olmo y lo criticamos, o con nosotros mismos por no ser suficientemente buenos como para que el olmo nos de algunas de sus peras… Resumiendo, la crítica es un indicador de que estás repitiendo un patrón que resulta ya muy viejo para ti y tu árbol genealógico. En este caso, te invito entonces a pedirle al Universo ayuda para soltar ese patrón tan viejo (no importa que no sepas cuál es), y para empezar a relacionarte y experimentar otro más nuevo. Y pide “por favor, que sea lo más fácil y suave posible”. A continuación, es necesario poner en tu energía en marcha de manera creativa. Es decir, dar pasos hacia adelante, hacia lo que deseas, fuera de tu zona de confort, para permitiendo que entre la energía de lo nuevo. Y observa cómo aparecen las pruebas del Techo del Ego, una situación que te reta a seguir enganchada a lo viejo, o a decidir poner tu energía y tu atención en lo nuevo. La prueba del Techo del Ego te pregunta, “¿estás dispuesto a soltar ese patrón definitivamente?”. (ver Creando con la Intención y el Techo del Ego). Suelta lo viejo ya Guiomar Ramírez-Montesinos Psicoastrocoaching
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