Si queremos desarrollar nuestra consciencia, no podemos prescindir ni negar nuestro cuerpo, nuestro lado más humano, nuestro Ego. El cuerpo es lo que nos conecta con la realidad tridimensional y el planeta. Es nuestra herramienta y es lo que ha de sostener la expansión de consciencia. El Ego está íntimamente ligado al cuerpo. Saber usarlo, aprovechando las emociones que nos provocan las experiencias de la Vida, es lo que nos ayudará a conectarnos con el Ser. El Ego es un concepto abstracto que se emplea para referirse a aquella parte de nuestra psique que media entre los instintos, la moralidad y el mundo exterior. Es el Yo, o la idea que en un principio tenemos de nosotros mismos. Hay quienes defienden la idea de que el Ego es malo y que prácticamente hay que matarlo. Pero lejos de eso, el Ego es un instrumento que nos permite interactuar con este mundo. El Ego sólo hay que madurarlo, y hemos de darnos cuenta de que, a pesar de que nos es útil, no somo eso. Durante el patriarcado y merced a los Miedos del Ego, hemos huido de nuestro interior, y nos hemos desconectado del Ser. Imagina un círculo y en su centro otro circulito. Este circulito es como un tubo por el cual nuestro Ser conecta con el cuerpo. Pero si este tubo está tapado por los Miedos del Ego, entonces nos sentimos desconectados de nuestro Ser. A cambio, para sentirnos seguros, nos identificamos en exceso con nuestros aspectos externos: la identidad, el cuerpo, las relaciones que tenemos, lo que hacemos, lo que pensamos y lo que sentimos… Pero el Ser, o la consciencia, no es eso. De hecho, tampoco es consciencia aquello que nos permite discernir entre bien y mal, o aquello que se apaga en el cerebro cuando mueres (en mi artículo sobre la Inteligencia Planetaria explico más sobre esto). La consciencia es aquello que va más allá de todas nuestras identificaciones. Es el observador de lo que le pasa a nuestra parte más egoica. A esta parte egoica podemos llamarla el Humano. El Humano y el Ser Así pues, podemos decir que el Ego es nuestra parte de Humano, es el cuerpo que siente, hace y piensa. El Ser es la consciencia, ese aspecto que va más allá del Humano, que no está limitado por la realidad física ni por las estructuras y creencias mentales. El Humano vive la experiencia y el Ser la integra. Vivir desde el Ser es cuando somos capaces de unir Humano y Ser. Cuando somos niños y somos más auténticos, es normal Vivir desde el Ser, pero durante el proceso de socialización, cuando se activan los Miedos del Ego, el Humano y el Ser se separan. Por miedo a que nos abandonen, a que nos rechacen o a que nos pisen y machaquen, nos afanamos por identificarnos con nuestro Ego. La persona identificada con el Ego inmaduro cree que los demás le tienen que dar algo, y vive la vida de manera reactiva, quejándose de lo que le pasa. Esto es así porque, a nivel emocional, sigue identificada con el vínculo materno y, al igual que los bebés, es demandante. La persona con el Ego maduro sabe que es dueña y creadora de su Vida, y está empoderada. Madurar el Ego es un proceso largo que se da, de forma consciente o no, mereced a las experiencias que tenemos en la Vida. Cuánto más maduro el Ego, más fácil es acortar la distancia entre el Humano y el Ser, y convertirse así en el observador de las experiencias y en el creador de la propia realidad. Cuando adoptamos el rol de observador de nuestras experiencias, éstas dejan de ser tan polarizadas, es decir, son menos extremas y duras. La vida es más fácil. Esto es así porque el Ego inmaduro y demandante se resiste a cambiar y en su lugar busca culpables (ya sean los demás o uno mismo). El Ego maduro percibe mucho más rápidamente y desde un nivel mucho más sutil el momento en el que aparece una experiencia nueva, y sin resistir, se entrega a ella. El papel del cuerpo en el desarrollo de consciencia Cuando nos damos cuenta de un patrón que ya no deseamos repetir y tomamos la decisión de actuar de una manera diferente, en ese momento hemos ampliado nuestra consciencia desde el nivel mental. Pero el cuerpo, que es dónde están alojados los patrones inconscientes, las memorias celulares, tarda en reaccionar porque es más denso. Para que el cuerpo amplíe su consciencia, es necesario “soltar lastres”, es decir, ahuecar las memorias celulares relativas al patrón que se ha de soltar. Cuando lanzamos una intención, se pone en movimiento energía para llevar a cabo nuestro propósito. Pero no hemos soltado los patrones que nos impiden realizar el cambio deseado, parte de esta energía servirá para “iluminarlos”, provocando que tengamos que lidiar con miedos, emociones o situaciones que creíamos ya superados. Son los retos del Techo del Ego. Son restos de nuestras viejas identificaciones egoicas que aparecen para terminar de liberarlas. Iluminando los restos de identificación egoica Si no comprendemos este proceso, que es fundamental para que el cuerpo pueda sostener la ampliación de consciencia de la mente, nos “rendimos” y caemos en la tentación de quedarnos en nuestra zona de confort, en repetir los viejos patrones, o incluso desistir de la intención que nos habíamos propuesto. Por ejemplo, imagina que intencionas alinearte con mayor abundancia. La energía que se pone en movimiento para hacer que tu propósito sea realidad te ayuda a encontrar un taller sobre este tema, al que te apuntas. Pero cuando esa mañana sales hacia el curso, te para la guardia civil y te pone 300€ de multa por ir demasiado rápido. Entonces aparecen los miedos que te hacen conectar con la escasez, “ahora no puedo ir al curso porque tengo que pagar la multa”. ¡Qué mala suerte! Puedes pensar. Pero no hay putada cósmica. Eres tú quien ha atraído esa experiencia para terminar de ver los miedos que te impiden alinearte con la abundancia. Según lo firme de tu propósito, puedes echarte atrás, quedarte en casa, quejarte amargamente por tu desgracia, y regodearte aún más en tu mentalidad de escasez. O puedes hacer lo contrario. Puedes comprender que es un reto del Techo del Ego, reconocer el miedo y el malestar que aparecen en esa situación como restos de identificaciones egoicas, memorias celulares, que están terminando de salir y disolverse, salir de tu zona de confort, seguir tu camino hacia el curso, y alinearte realmente con la abundancia. Conectando con nuestro cuerpo Para aprender a liberar memorias celulares es necesario conectar con nuestro cuerpo y las sensaciones que en él se reproducen. Llevamos miles de años disociados de lo que sucede en nuestro cuerpo, viviendo una realidad mental, una película en la que interpretamos de manera muy subjetiva lo que nos sucede. Según la manera en la que percibimos la realidad, así son las emociones que vivimos. Las emociones son productos de la mente. Para acompañar nuestro desarrollo consciente, tenemos que entrar en contacto con las sensaciones que percibe nuestro cuerpo, que no es lo mismo que las emociones que produce nuestra mente -aunque sí están asociadas por nuestras creencias-, como vemos con el ejercicio de Liberación de Memorias Celulares. Para conectar entonces con nuestro cuerpo, hemos de aprender a desarrollar el hábito de referirnos a él y a lo que sentimos a través de él. Aconsejo que adquieras la costumbre de preguntarte, varias veces a lo largo del día, qué sientes y en qué parte del cuerpo sientes. Puedes conectar con una emoción, y ver de qué manera se manifiesta en tu cuerpo, o puedes conectar con un dolor o molestia, y ver qué emoción tienes asociada. Otras formas de conectar con tu cuerpo incluyen practicar una alimentación equilibrada (desde el punto de vista macrobiótico) y meditar, o bailar, practicar yoga, y realizar un deporte aeróbico. Disciplinas como la biodanza o la bioenergética son también muy beneficiosas. Aunque, en lo referente al ejercicio físico, es importante tener en cuenta que, cuanto más desarrollados estén los músculos, menos sensibilidad. También es clave aprender a sostener la emoción y la sensación en el cuerpo sin reaccionar ante ellas. Lo primero que solemos hacer ante una sensación o una emoción desagradable es querer quitárnosla de encima. Pero esta actitud nos aboca a la inconsciencia y, por tanto, a la repetición. Sostener la emoción y/o la sensación en el cuerpo es posible cuando aquietas la mente. Y para esto has de “engañarla”, preguntándote dónde en el cuerpo sientes la emoción y/o la sensación. La mente prefiere siempre huir de lo desagradable, así funciona el instinto de supervivencia. Pero su curiosidad es aún más fuerte. Si a tu mente le preguntas “qué siento, dónde lo siento, cómo de intenso es lo que siento…”, no podrá resistir la tentación de conectar con el cuerpo. La rabia, la necesidad y el deseo No sólo nuestro cuerpo tiene que acompañar el desarrollo de nuestra consciencia, sino que, para materializar el propósito de nuestra alma, necesitamos conectar con los chakras inferiores. Una manera muy importante es sosteniendo la rabia. La próxima vez que alguien te provoque enojo, aprovecha para primero expresar parte de tu rabia, pero sin dejarte llevar por películas mentales. Vale soltar palabrotas pensando en la persona que te ha ofendido. Después de unos segundos, olvídate del mensajero, y hazte con la sensación. Sostenla en tu cuerpo. Disfruta de la rabia que sientes, y úsala para definirte. Aprovecha la experiencia para declarar o decretar qué es lo que no quieres en tu vida, y qué es lo que sí. Este ejercicio ayuda a arraigarse, a conectar con la tierra. Por último, conectar con y definir nuestras necesidades y deseos puede parecer algo trivial o banal, pero la realidad es que la adaptación social en el patriarcado exige que prescindas de conectar con lo que realmente quieres. No deja de sorprenderme, cuando pregunto a mis alumnos o clientes qué necesitan o qué desean, lo difícil que es para la mayoría -y especialmente para las mujeres- definirlo. Siglos de culpas y vergüenzas nos han condicionado y hecho creer que las necesidades y deseos de los demás son siempre más importantes que las propias. Sin embargo, conectar con nuestras necesidades y deseos, al igual que con la rabia, nos ayuda a conectar con nuestro cuerpo y con la Tierra. Si prescindimos de lo que sentimos, de satisfacer las necesidades del humano, de desear algo mejor desde nuestro Ego, no habitamos nuestro centro ni podemos estar conectados con nuestro Ser. Todo lo contrario, viviremos una realidad mental, habitando los pensamientos de los demás, totalmente desconectados de nuestro corazón. Esta desconexión interna se verá reflejada en la desconexión que sentiremos para con los demás. Así pues, te invito a conectar con tu cuerpo, a permitir que las memorias celulares salgan en cuanto surjan, a reconocer la energía que se moviliza cuando lanzas una intención como energía disponible para la acción, a practicar poner tu atención sobre las sensaciones de tu cuerpo, a cuidarlo más y ser más consciente de él, reconociéndolo como el vehículo de tu humano y de tu Ser, a aprovechar la rabia para definirte y enraizarte, a preguntarte qué necesitas, especialmente frente a las necesidades de los demás, y a darle importancia y prioridad a tus deseos y su satisfacción. La Tierra necesita más materializadores de la nueva información. Guiomar Ramírez-Montesinos Psicóloga, astróloga y terapeuta psíquico
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