Hay tres heridas principales, tres Miedos del Ego, tres fragmentaciones del alma, a saber, Abandono, Rechazo y Descontrol. Estas heridas se fraguan cuando somos bebés y determinan la manera en la que nos relacionamos con los demás. Hoy quiero hablar de la herida de Rechazo y, en particular, en cómo creérsela perpetúa karma, y cómo aprendiendo a abrir el corazón, ayuda a sanarla. El Rechazo se refleja en el cuerpo como un cierre, que nos desconecta de los demás y nos separa del corazón, y a la vez, nos lleva a planos mentales. La ventaja de esta reacción es poder desapegarnos de las emociones lo suficiente como para adquirir perspectiva y claridad sobre la situación, en lugar de verla de una manera subjetiva y defensiva. Pero la desventaja es que te separa de tu Esencia. Esta sensación en el cuerpo en sí no es mala, ya que protege de abrumarse emocionalmente y de la intensidad. El problema viene cuando interpretamos que ese cierre implica una desconexión definitiva con el otro. En general, los hombres reaccionan de manera natural cerrándose a las emociones cuando son demasiado intensas, mientras que las mujeres reaccionamos compartiéndolas, hablando. Sin embargo, al intentar comunicar este exceso emocional con los hombres, lo que hacemos es abrumarlos más y se cierran más. Esta dinámica también se puede dar al revés y, por supuesto, entre personas del mismo sexo. El ejemplo que doy es sólo el más arquetípico. A su vez, si eres una persona sensible, vas a percibir el cierre del otro y lo vas a replicar en tu cuerpo. Y si eso lo interpretas como miedo a una separación definitiva, es decir, Rechazo, terminarás rechazando a la persona que tienes delante, generando más distancia y separación. Es la profecía autocumplida. El Miedo al Rechazo, genera Rechazo. Pero y si te digo que lo que llamas o sientes como Rechazo no es tal, sino el reflejo en tu cuerpo del cierre del otro, de esa reacción de protección, porque lo que él siente ocurre a una velocidad y a una intensidad que no puede digerir. Y que, en lugar de cerrarte y huir, o enfrentarte e insistir en que el otro se abra y conecte, la clave está en parar y abrir el chakra corazón. La lentitud equilibra la intensidad. No tengas miedo a la distancia, al cierre, al silencio. El Rechazo es miedo a que ese espacio sea definitivo. En su lugar, ten fe en que los ritmos naturales son como los latidos del corazón, las mareas del océano: abrir y cerrar, ir y volver… Alejarse y acercarse, desconectar y conectar, permite a cada uno seguir su propio ritmo, su propio latido, y poco a poco ir sincronizándose con el otro. No permitir este proceso lleva a que uno se pierda en el otro, a que no se respeten los propios límites. En el encuentro con otro, sigue siempre el ritmo de tu corazón, no de tu mente, para acercarte o alejarte, para hacer o dejar de hacer. Y cuando sientas el dolor en tu pecho de aquello que antes identificabas como Rechazo, en lugar de cerrarte, ralentiza tu ritmo, respira, siente, para y pon el foco en abrir el chakra corazón. El corazón abierto facilita que la energía emocional fluya y las Memorias Celulares se liberen, deshaciendo el karma de manera instantánea. Lo contrario provoca malentendidos y más enganches kármicos. Guiomar Ramírez-Montesinos Psicoastrocoaching
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