Tenemos la capacidad para crear, no sólo una nueva realidad, sino un nuevo mundo, y esa habilidad no depende de nadie más que de cada uno de nosotros. Pero, ¿cómo y por qué? ¿Qué nos lo impide y qué nos lo facilita? La mente humana nos parece compleja, fundamentalmente porque sólo somos conscientes de una pequeña parte. Dicen que un 90% permanece subconsciente. Es por esto que reaccionamos y actuamos muchas veces de maneras en las que luego nos arrepentimos. Es por eso que caemos en vicios que no podemos controlar, y es por eso que nos atrapan emociones que a menudo son más intensas de lo que cabría esperar ante una situación. Por si fuera poco, esa parte subconsciente está conectada y condicionada por el inconsciente colectivo. Este término fue acuñado por el psicólogo Carl Gustav Jung, y se refiere a la existencia de un sustrato común a los seres humanos de todos los tiempos y lugares del mundo, constituido por símbolos (arquetipos) con los que se expresa un contenido de la psique que está más allá de la razón. A partir de los años ’70, el biólogo inglés Rupert Sheldrake acuña el término “campos morfogenéticos” para referirse al fenómeno que permite aprendizajes o conocimientos simultáneos por parte de individuos separados entre sí, aunque pertenecientes a la misma especie. Este fenómeno ha sido ampliamente estudiado de manera científica, y da cuenta de los fenómenos psíquicos como la telepatía o la intuición. Es conocida popularmente la teoría del centésimo mono, que sirvió como inspiración para los experimentos de Sheldrake, en la que se describe el siguiente fenómeno. Unos científicos observaron en una isla el comportamiento de una colonia de monos. Uno de ellos descubrió que, lavando la fruta en el agua, se limpiaba de arena y era más agradable de comer. En un principio, esta mejora fue propagándose poco a poco por toda la colonia, pero a partir de un número determinado de individuos que practicaban esta nueva técnica, toda la colonia, de manera espontánea, era capaz de replicar esta nueva habilidad. Es más, se observó que, en otra isla, a cientos de kilómetros, la misma especie de monos instantáneamente empezó también a lavar la fruta en el agua. Esta observación ilustra los fenómenos de cambio en la consciencia colectiva por masa crítica, así como la existencia de un campo morfogenético que aúna a todo el colectivo de mentes. El inconsciente colectivo y los campos morfogenéticos son en esencia el mismo fenómeno. Y a pesar de que no se habla mucho de ello, la gran mayoría de personas en este planeta viven determinados bajo su influencia, creyendo a menudo que son libres de elegir, pero en realidad reaccionando desde un nivel emocional, totalmente determinado por ese inconsciente colectivo. En el presente artículo, sobre este tema que me fascina y que será una de las partes fundamentales de mi próximo libro, quiero ofrecer una visión sencilla y clara de cómo funciona este fenómeno, cómo podemos hacer para reconocer la influencia en nosotros del inconsciente colectivo (cómo empezar a ser proactivos y no reactivos), y qué hacer para empezar a desligarnos de él y crear una nueva realidad. Vivir desde el Ser implica independizarse del campo morfogenético colectivo que engloba todos los esquemas mentales del patriarcado (explicaré también que esto no se refiere a las teorías conspiranoicas), para co-crear un nuevo Mundo desde una consciencia planetaria. Una mente unida Muchos ya intuimos aquello de que todos somos uno, y que nuestras mentes están unidas. Sin embargo, quizá este enunciado sea demasiado abstracto como para poder interiorizar la profunda implicación del mismo. Sirva de ejemplo este fragmento de un documental de la BBC conducido por Marcus du Sautoy: En él, el profesor de matemáticas de la Universidad de Oxford nos demuestra que la mente humana funciona como un colectivo al igual que observamos con las colonias de abejas, a pesar de que las partes, es decir, cada persona, hayan desarrollado una conciencia individual y se crean separados unos de otros. En este conocido experimento, se pide a unas 160 personas que adivinen cuántas gominolas hay en una jarra. Las apuestas son de lo más variadas y nadie acierta ni por asomo. Pero algo asombroso ocurre cuando se suman todas las predicciones y se dividen por el número total de personas, y es que, ¡casi aciertan! No somos individuos separados, sino una Humanidad conectada, aunque sea de manera inconsciente. A finales del siglo XIX, el ruso Vladimir Vernadski postuló la existencia de la Noosfera, que definió como el conjunto de seres inteligentes que viven en el planeta. Concepto que a principios del XX fue ampliado por el teólogo francés Pierre Teilhard de Chardin, y que sirvió a su vez como base para la hipótesis de Gaia. Pensamientos que luego sirvieron de inspiración al astrólogo Eugenio Carutti, en su libro sobre la Inteligencia Planetaria. En esencia, la idea es que en un principio se desarrolla la geosfera del planeta, es decir, la parte física, geológica, del planeta. En un segundo lugar, la biosfera, que incluye a todos los seres vivientes. En tercer lugar, aparece la Noosfera, que es la suma de todas las inteligencias, o mejor dicho, de todas las consciencias (visiones más modernas incluirían no sólo al hombre, sino también a los animales, las plantas e incluso las piedras, es decir, toda la Tierra). La Noosfera sería como el campo morfogenético que unifica todo el planeta. Como explica el biólogo Bruce Lipton, la evolución en el planeta salta de nivel cuando se logra la cooperación de las partes que componen un organismo, en un contexto limitado. Así, un conjunto de amebas (animales unicelulares), cuando se unen y colaboran, dan lugar a los órganos de un ser viviente, el cual es un sistema nuevo, mayor e incluyente. Pues bien, cuando los seres humanos se unan, junto a toda la biosfera y geosfera del planeta, es decir, cuando tomen consciencia de esta conexión, la vida en la Tierra evolucionará al siguiente nivel de consciencia, el de la Inteligencia Planetaria, como explica Eugenio Carutti en su libro.
Esta consciencia de separación Pero la Humanidad está aún bajo la influencia del Patriarcado y los Miedos del Ego. La consciencia está fragmentada por estos miedos que nos separan. La separación de los campos morfogenéticos, y nuestra conexión inconsciente a ellos, impide que podamos integrarnos a la totalidad del planeta y Vivir desde el Ser. Podemos imaginar la Noosfera como una red global compuesta por todos los seres vivientes, sintientes y conscientes del Planeta (Gaia). Esta red existe más allá de la dualidad y es la Inteligencia Planetaria. Pero como no somos conscientes de ella, porque no hemos desarrollado la sensibilidad y la complejidad neuronal necesaria para acceder a percibirla, vivimos una realidad determinada por los campos morfogenéticos fragmentados por los Miedos del Ego. Esto es lo que llamamos consciencia de separación. Es decir, esta consciencia de separación nuestra, que ha servido para crear el Ego, se refleja en el inconsciente colectivo como campos morfogenéticos separados. Imagina unas nubes grises, apelotonadas pero separadas, que nos impiden ver el cielo azul que está más allá (metafóricamente, la Noosfera). Cada nube gris es una emoción, creada y alimentada por todas aquellas personas que vibran con la misma. Todo ser humano que siente esa emoción está conectado a ese campo morfogenético. Creemos que actuamos libremente, pero desde nuestra inconsciencia sólo reaccionamos y “seguimos la ola” de esa nube en particular. Sirvan de ejemplo: los medios de comunicación y los políticos nos repiten mensajes basados en el miedo y la separación, y las farmacéuticas nos convencen de que debemos temer por nuestra salud. Escuchamos los mensajes de estas “autoridades” sociales, nos lo creemos y alimentamos así ese campo morfogenético. Es más, creamos realidades que antes no existían cuando un número suficiente de personas (masa crítica) se cree algo. Un egregor, concepto propio del ocultismo, “es una forma de pensamiento o mente colectiva de grupo, es una entidad psíquica autónoma capaz de influir en los pensamientos de un grupo de personas”. Los egrégores nos influyen y se nutren de nosotros a través de los pensamientos y emociones asociados a ellos. El conjunto de egrégores creados por la Humanidad se mantiene separado merced al sentimiento de culpa, que es el responsable de los Miedos del Ego. La culpa nos impide integrar la experiencia y nos mantiene separados, retroalimentando al Ego con sus miedos, fomentando la visión de que todos estamos separados, de que vivimos en un mundo donde sobrevive el más fuerte, y que tenemos el derecho de aprovecharnos de los demás y de todo lo que existen en el planeta para nuestro beneficio. Este conjunto de nubes negras, de campos morfogenéticos, de egrégores, ha sido cinematográficamente retratado en la película Matrix, en la que se denuncia que no vivimos la realidad, sino una ficción. Mientras las mentes viven una película con sensación de realidad, los cuerpos están conectados a máquinas, mediante las cuales se alimentan las inteligencias artificiales (los egrégores). Conspiranoias: poniendo el poder fuera y creando egrégores La película Matrix tiene un cierto tono conspiranoico: “nos dominan sin que seamos conscientes”, y sólo el Elegido puede librarse de verdad de la Matrix. Pero la violencia y la lucha forman parte de la consciencia de separación. Mientras se perciban buenos y malos, hay culpables, y ha separación. Existen muchas teorías que hablan de cómo los seres humanos tienen que “despertar” a la realidad; desde los extraterrestres a los intraterranos, reptilianos y Anunakis, masones y las oscuras intenciones de los Buildeberger, por nombrar algunas. Las personas que creen y divulgan estas teorías se autodenominan despiertos, pero el miedo (la emoción) implícito en ver enemigos (culpables) fuera, no sólo desempodera, sino que alimenta su particular egregor. Es más, poner el foco de atención en las cosas malas que hacen otros no favorece en nada el desarrollo de la consciencia.
Separándose del colectivo Vivir desde el Ser es empoderar al niño interior para dar sus talentos al Mundo. Es resolver la culpa y hacerse responsable de los propios pensamientos y actos. Es desapegarse de la reactividad emocional y ser proactivo. Vivir desde el Ser implica desligarse de esos campos morfogenéticos, de esos egrégores. Por regla general, la mayoría de los seres humanos reaccionan, y al hacerlo perpetúan ciertos estados emocionales de manera adictiva. Aunque pueda parecer que queremos sentirnos bien y en paz, la verdad es que somos adictos a nuestros estados emocionales, y por eso buscamos repetirlos, una y otra vez. Somos adictos a la culpa, a la rabia, a la resistencia, a la tristeza, a ser víctimas, incluso a la soledad. Observa las emociones que vives una y otra vez como un disco rayado. Como le pasa al bebé, la repetición nos da seguridad, porque nos sentimos conectados… Conectados al inconsciente colectivo. Pero está conexión nos impide ser proactivos, creativos y dueños de nuestra vida. Así, parte de la labor de desarrollo personal consiste en desligarnos de esos campos morfogenéticos de emociones más densas, que pertenecen al inconsciente colectivo. Esto se produce con un pensamiento autorreferente, singular y creativo que, a su vez, posibilita la conexión con el Ser y con la consciencia planetaria, la Noosfera. Conectados a la consciencia colectiva planetaria podemos empezar a crear una nueva realidad, un nuevo mundo. Para facilitar este proceso, nuestro cerebro ha de atravesar una transformación fisiológica y estructural, creando sinapsis neuronales más complejas. Esto se logra mediante la acción complementaria de dos vías, a saber, el análisis, por un lado, y la apertura hacia un pensamiento creativo por otro. El análisis permite discernir diferencias, comparar, diseccionar…, sirve para separar. Para los que entienden de astrología, estaríamos hablando de la función de Virgo. El análisis finalmente desconecta, te separa de todo. La separación es dolorosa, y aparece la tentación de volver a conectar con otro campo morfogenético. Desafortunadamente, en la mayoría de los casos, éste campo es muy similar al que se estaba conectado antes, y la consciencia de separación se mantiene. Algunos ejemplos de estos son aquellos que siguen corrientes “revolucionarias”, como las teorías conspiranoicas o el movimiento New Age. Analizar separa y, energéticamente podemos visualizarlo como una espiral hacia adentro. Analizar te permite conectar con los Miedos del Ego, pero por sí sólo no nos libera. Para esto necesitamos un movimiento energético contrario, que es el pensamiento creativo autorreferente, caracterizado energéticamente como una espiral hacia afuera. El pensamiento creativo se basa en “sacar” lo que hay dentro y permanecer abierto a la transformación, a la interacción con otros, y las múltiples posibilidades futuras. Requiere perder la necesidad de controlar cómo te afectan las cosas y los demás y, lo más complicado, dejar de querer controlar el futuro, es decir, soltar las expectativas. Tu alma sabe lo que quiere y necesita; tu Ego no, aunque es el instrumento a través del cual se manifiesta tu Ser. Mientras no sepas escuchar la voz de tu Ser, déjate guiar por lo que la Vida te ofrece, no te resistas a tus experiencias, y mucho menos te castigues por cometer errores. No hay error. Sólo experiencias. Adquiere el hábito de analizar y respetar tu manera única de ver las cosas. No te creas todo lo que escuchas, sino cuestiónatelo, incorpora lo que te sirve y descarta lo que no. Sal de tu zona de confort y piensa por la tangente. Comprende la naturaleza de tus apegos y suelta cualquier expectativa sobre otro ser humano o sobre el futuro. Nada esto es fácil a la primera. Hace falta practicar mucho. Pero la recompensa es muy grande: Vivir desde el Ser y crear un nuevo Mundo en Red. Guiomar Ramírez-Montesinos Psicóloga, astróloga y terapeuta psíquico
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