Más de cinco mil años de patriarcado, negando las emociones y la percepción sensible, han hecho mucho daño, aunque de maneras más complejas y extensas de lo que pudiéramos imaginar. De hecho, estudiando las cartas astrológicas de personajes aparentemente fríos e insensibles como Donald Trump o Kim Jong-Un, observamos que eran unos niños muy sensibles, que tempranamente se sintieron desprotegidos. El daño que hemos hecho a nuestra sensibilidad no sólo es por el dolor de sentirnos atropellados, castigados o de alguna manera víctimas, sino que peor es aquel que ha visto seccionado lo más puro e inocente de su niño interior, convirtiéndole en alguien que no puede sostener su propia sensibilidad, y que por tanto proyecta afuera su debilidad, anulando, castrando, aplastando y en algunos casos incluso matando a aquellos que manifiestan cualquier tipo de fragilidad o insuficiencia. En este artículo quiero llevaros a comprender cómo la negación de la sensibilidad deviene en un exceso de rigidez, criticismo, intolerancia, crueldad y otras cualidades que se suponen no bien vistas por una sociedad que, paradójicamente, contribuye a crearlas. Creo que comprender y llegar a aceptar al niño herido (que no sus actos) en aquellos personajes más crueles es un ejercicio que nos ayudará a todos a conectar con lo más sensible de nosotros mismos, y perdonar el castigo al que nos hemos autoimpuesto, como individuos y como colectivo. Cómo nace un alma sensible Cuando un niño nace, durante sus primeros meses, el alma no está completamente conectada e integrada en el cuerpo, sino que pulula por el ambiente, el hogar, en el que nace. La madre ha de invitar al alma del bebé a habitar su cuerpo, y la mejor manera de hacerlo es acariciándolo, cantándole una canción, llamándole por su nombre, y siendo muy sensible a sus necesidades fisiológicas. La madre primero habrá de adaptarse por completo al ritmo del bebé, y luego poco a poco, conforme pasan los meses, enseñar al bebé el ritmo suyo y el de los demás. Este proceso completo debería durar unos dos años. Pero en la mayoría de los casos, esto no sucede, ya que la madre no es capaz de sentir completamente al bebé y sus necesidades, ni reconocer completamente su individualidad. Y esto es así por la sencilla razón de que la gran mayoría de humanos en este planeta sostienen algún tipo de trauma en sus Memorias Celulares, que hace que ellos, a su vez, no estén del todo conectados con su cuerpo. Desde que empezó el patriarcado, todos tenemos la misma herida de desconexión (en astrología, Quirón nos habla de esto) o conexión incompleta entre el alma y el cuerpo. Una manera muy sencilla y visual de ver esto es la siguiente. El patriarcado se caracteriza por una organización jerárquica donde hay uno que manda y campa a sus anchas, mientras otros obedecen y se hacinan debajo. Con el inicio del patriarcado, hace algo más de 5 mil años, dejamos de vivir en poblados, en medio de la naturaleza, a refugiarnos detrás de las murallas de una ciudad, en espacios mucho más reducidos. El alma es más grande que el cuerpo, y el expresar su anhelo requiere mucha expansión y espacio. Al vivir apretujados en ciudades, aprendimos a conformarnos, a adaptarnos a lo que hay, negando nuestra esencia, deseos y emociones. Así, desde que empezó el patriarcado, aprendimos a negar quién somos, lo que queremos y lo que nos hace sentirnos bien. Y no sólo no llegamos a conectar plenamente el alma con el cuerpo, sino que disociamos también la mente del cuerpo, que es donde se sienten las emociones y guardamos las Memorias Celulares. Cuando no sigues el anhelo de tu alma, tarde o temprano, la vida te da un zasca (uranazo). Pero el patriarcado se encargó de vender la interpretación de que el evento traumático es resultado de haberse portado mal y no haber seguido las reglas. Condicionándonos a buscar la seguridad en el mismo sistema que creó la disociación y la necesidad del uranazo, en vez de comprender que ese zasca es una invitación a conectar con nuestra esencia… En otras palabras, los eventos traumáticos son la Vida insistiendo en que sueltes un patrón viejo y empieces una nueva línea temporal. Y para hacerlo has de sentir la experiencia, las emociones que ésta te propone, en tu cuerpo. El patriarcado nos ha vendido que tenemos que evitar el uranazo para sentirnos seguro, pero si evitas la experiencia, la vida te propondrá una vivencia aún más fuerte, hasta que tu Ego baje sus defensas y tu cuerpo se deje penetrar por la emoción. Pero no queremos por miedo al dolor y al propio miedo, a pesar de que al evitarlo lo atraemos con más fuerza… Al resistirnos al cambio, vivenciamos acontecimientos traumáticos que perpetúan la desconexión del alma y de cuerpo-mente. Y estos traumas se heredan, de generación en generación, a través de las Memorias Celulares. Pues bien, las personas más sensibles se caracterizan por estar en contacto con Memorias Celulares más traumáticas que personas menos sensibles. En otras palabras, nacen en familias con historias más dolorosas, no resueltas porque no se sintieron. Y cuanto más desconectada esté el alma, más sensibilidad a esas memorias, y más deseo de encontrar la armonía tiene la persona, para entonces poder conectar con su cuerpo, con su madre, con la familia y sentirse acogido y protegido. Otra manera de expresarlo es que, las personas muy sensibles son como los limpiadores de la familia. Sienten el dolor y el sufrimiento del clan, aunque no sean conscientes, y tienen el impulso de neutralizar ese dolor para sentir que pertenecen. O, lo que es lo mismo, si los adultos en la familia no pueden hacerse cargo de los traumas vividos o heredados, no podrán dar la bienvenida al cuerpo a sus bebés, y serán estos quienes intenten limpiar esas Memorias Celulares traumáticas. Tipos de sensibilidad herida según la desconexión El bebé sensible que no ha tomado bien su cuerpo, luego se convierte en un adulto desempoderado, porque buscará su felicidad siempre afuera, tal y cómo lo hizo de pequeño. Luego, en función de su carta natal o cómo fue criado, se puede desarrollar de diferentes maneras: el reactivo emocional (por regla general y equivocadamente, se asocia sensibilidad con este tipo y no con los otros dos), el perfeccionista hiperadaptado o el tirano aterrorizado. El reactivo emocional. (se asocia con el Miedo al Abandono, la Luna y Neptuno) El alma de estas personas a penas se sostiene en el cuerpo. Al mínimo impacto emocional, se sale. Pueden mostrar reacciones emocionales intensas, lloran, manifiestan enfado, se sobresaltan, se asustan fácilmente, o todo lo contrario, se vuelven cerebrales o imaginativos... Esto puede parecer contradictorio, pero es lo mismo. Lo que ocurre en todos estos casos es que la persona habita su mundo mental, su fantasía y sus pensamientos, en vez de su cuerpo, porque su alma nunca conectó del todo. Mamá no fue capaz de acoger al bebé, y de cuidarlo y nutrirlo adecuadamente. Manifestarse emociones no es señal de estar conectado con el cuerpo, sino todo lo contrario. No es lo mismo sentir emociones, que no poder sostenerlas y reaccionar para sacártelas de encima, y que otros se hagan cargo de ellas. Estas personas se asustan de lo que sienten y por eso se desconectan del cuerpo, echan la culpa a quien puedan, y buscan protegerse del “malvado mundo allí fuera” a través de la pertenencia a grupos de personas como ellos, donde se sienten cobijados. Por eso, intentan siempre estar en colectivos o tribus que sienten como “familia”, y en los que pueden perpetuar su interpretación fantasiosa, imaginaria o parcial de la realidad. Pero corren el riesgo de polarizarse, creyendo que su grupo es el único bueno y el resto del mundo es malo y mejor alejarse. Así se suelen agrupar en comunidades marginales o con riesgo de exclusión social. Como su alma no llega a estar en el cuerpo (no lo habita), proyectan afuera el miedo a “no estar en casa” y a no pertenecer, y el miedo a que los de afuera (los malos) les dejen sin casa, “negando que existen” (o no reconociendo) los que no son como ellos, al igual que niegan su propio cuerpo. El perfeccionista hiperadaptado. (se asocia con el Miedo al Rechazo, Mercurio y Urano) Estas personas, llegaron a conectar sólo un poco con su cuerpo, pero tuvieron que salir de él para asegurarse de recibir los cuidados básicos que el bebé necesita. Así, aprendieron a “leer” a mamá y modificar su conducta para poder garantizarse el cuidado y la nutrición. Sus carencias afectivas y fisiológicas son directamente proporcionales al vacío que queda en su cuerpo cuando su alma sale a buscar a mamá. Al hacerse mayores, estas personas siguieron con la inercia de “leer” a los demás para darles lo que necesitan, con la esperanza de recibir lo mismo a cambio. Pero al relacionarse desde su vacío, sólo logran atraer más vacío. En un intento inconsciente y desesperado por ser atendidos y comprendidos, terminan por no vivir su propia Verdad, negándose a sí mismos por completo, al intentar adaptarse a la mirada estrecha de aquellos que nunca le vieron. Cuando intentan ser y hacer lo que creen que otros quieren de ellos, niegan el 95% de lo que son. Este esfuerzo mental y estratégico hace que se conviertan en personas que hacen muy bien su trabajo, perfeccionistas y buenos estrategas. Al patriarcado le encanta este tipo de individuos, ya que cumplen las leyes, son muy serviciales y se comportan de manera predecible. Pero cuanto mejor hacen las cosas, menos conectados están consigo mismos, con su corazón, y en realidad, con los demás. El querer hacer las cosas bien, hace que resulten fríos y distantes, por lo que se quedan solos. Como su sensibilidad está herida al no recibir lo que necesitan, y están muy pendientes de que los demás reciban bien lo que ellos tienen que dar, proyectan afuera su miedo al error, a hacerlo mal (de mamá aprendieron que, si lo haces mal, te quedas solo), y por eso se vuelven muy críticos de otros. El motor de su existencia es la culpa. Esta actitud mental resta muchísima energía, y para recuperarla acuden a la manipulación y tácticas de motín. Es decir, vuelcan la culpa sobre aquel que creen lo hizo mal, mientras hacen piña con los demás criticando al primero. Así es como se gestan la mayoría de las guerras y malentendidos. Estas personas son muy individualistas y más bien solitarios, aunque se apiñan momentáneamente en grupos más pequeños, pero no tan cohesionados como en el caso anterior. Proyectan su autorechazo afuera y no se fían de los demás, por lo que tampoco son tan leales como el grupo anterior. El tirano aterrorizado. (se asocia a Miedo al Descontrol, Marte y Plutón). Cuando un niño sensible nace en un ambiente sobreprotector o donde hay miedo e inseguridad, su alma conecta momentáneamente con su cuerpo, pero termina habitando el de uno de los padres o adultos de su entorno. Esto es así porque en ambientes emocionalmente inestables o donde hay miedo e inseguridad, el bebé no encuentra la estabilidad que necesita en su cuerpo, y su alma es de alguna manera “absorbida” por el cuerpo de la persona con mayor fuerza vital, más sobreprotectora o con mayor autoridad. En otras palabras, uno de los adultos del entorno, debido a sus propios miedos, siente la necesidad de proteger a los demás. Este adulto no reconoce a los demás individuos, y los ve como extensiones de sí mismo. Las demás personas son anuladas, y el bebé aprende que para sentirse seguro y cuidado ha de habitar el cuerpo de otro…, ¡y no hacer caso a lo que siente en su propio cuerpo! El adulto que absorbe al bebé y anula a los demás puede ser una madre sobreprotectora, un padre preocupado en exceso por la seguridad de la familia, un abuelo patriarcal, etc. Mientras son pequeños, estos niños se acoplan perfectamente a la familia, están totalmente in-corporados a ese cuerpo mayor, no se cuestionan nada, y se mimetizan con su entorno, aceptando lo que hay sin cuestionarlo. Es normal por tanto que no recuerden mucho de su niñez. Pero cuando llega la adolescencia, y las hormonas obligan a sentir el propio cuerpo e individualidad, estas personas se ven obligadas a “soltar el otro cuerpo” y entrar en el vacío propio. Lo que sienten es como una catástrofe, un desmoronamiento de su realidad, al perder su lugar en el “cuerpo” de ese adulto. La sensación es de perder toda sustancia, ¡de quedarse sin cuerpo para su alma!, de perder todo valor, de no ser nadie. Sentir tan bruscamente el vacío es ciertamente angustioso y desolador. Conectar de repente con las sensaciones reales del propio cuerpo es muy violento. Como su sensibilidad fue herida al ser in-corporados por otra persona, se impone un mecanismo de protección, que consiste en proyectar afuera esas sensaciones tan intensas y el descontrol, echando la culpa de lo que sienten sobre aquellos con las que se relacionan, e intentando controlarles para así sentirse más en paz. Tienen la sensación de que los demás les pueden quitar algo. Este miedo es consecuencia del hábito de dejar que su alma habite otro cuerpo que no es el suyo. Aunque paralelamente, en su intento de control, usurpan también lo que no les pertenece. De esta dinámica surgen la mayoría de las relaciones que llamamos emocionales o de amor, en las que atribuimos al otro la causa de cómo nos sentimos, y pretendemos que se haga responsable de nosotros. Estas personas no son conscientes de sus sensaciones corporales, y mucho menos de las emociones despertadas en sus Memorias Celulares. No sienten lo suyo, sino que se distraen en lo que siente el otro, que no es más que una proyección de su propia vulnerabilidad. Al creer que tienen poder sobre las emociones proyectadas, pueden convertirse en sofocantes sobreprotectores, o en todo lo contrario, en crueles supresores de lo que sienten los demás (o cualquier variación dentro de este espectro) …, que es lo mismo. Trump y Kim Jong-Un, dos niños sensibles Si una persona de estas es un dirigente de un país, es fácil imaginar cómo puede proyectar sobre los colectivos más débiles su propia vulnerabilidad y miedo, y cómo puede convertirse en un tirano dictador y/o un padre de la patria protector. Donald Trump tiene a Lilith en Sagitario, en casa 4, y en aspecto a Neptuno. Lilith asociado a una casa (la de la Luna) y un planeta de agua (Neptuno, regente de Piscis) indica una persona con una sensibilidad muy grande, pero muy frágil, difícil de sostener. La madre de Trump, según vemos la Luna y sus aspectos (Júpiter, Marte, Sol, Nodo Sur y Urano), era una mujer muy religiosa, inestable y carente emocionalmente, siempre pensando en lo peor que puede pasar y lista para reaccionar, que no se llevaba particularmente bien con el padre (oposición Luna-Sol), un señor autoritario y que seguramente no estuviera mucho tiempo en el hogar. El anhelo de libertad de ella quedaría en su subconsciente y proyectado sobre el padre de Trump. Seguramente ella sentía un fuerte resentimiento inconsciente hacia su marido, que generaría una importante tensión en el ambiente. Trump de niño intentaría agradar, e inconscientemente sanar a sus papás, para que hubiese armonía y así poder sentir pertenencia (Ascendente en Leo y Plutón en Cáncer). En el fondo tiene alma de pacificador (Neptuno, Júpiter y Quirón en Libra en la 2, Lilith en la 4, Plutón en la 12, Saturno, Venus y Mercurio en Cáncer). Pero conforme fue creciendo, el dolor de no ser el favorito ni de su padre ni de su madre, sumado a, años después, la pérdida del amor de su vida (su primera mujer), terminaron por herir su sensibilidad hasta un punto de no retorno. Y su carácter se agrió. Con su sensibilidad herida, se ha convertido en una persona crítica y amargada, que proyecta sobre los demás el odio que siente hacia sí mismo y su propia fragilidad, así como la negación de su lado femenino (sus emociones), vejando y despreciando con sus palabras y su política a mujeres y personas de grupos minoritarios o en inferioridad de condiciones. De la misma manera que él de pequeño se vio enredado seguramente en el odio que papá y mamá se tenían. Kim Jong-Un, el líder norcoreano, tiene a Lilith en Piscis (no se sabe la hora de nacimiento), en conjunción a la Luna, y ambos aspectados a Saturno, Venus, Urano y el Sol. Curiosamente, la combinación tiene muchos puntos en común con la de Donald Trump. La carta indica un niño muy sensible y simbiotizado con su madre, aunque el sextil entre Luna y Sol hacen pensar que la relación entre los progenitores no fue tan mala. Ambos estaban de acuerdo en una educación muy estricta, que no cuidó para nada el aspecto emocional del pequeño (Luna y Sol en Capricornio en aspecto con Saturno en Escorpio). Al igual que Trump, su Luna también está en aspecto con Urano, indicando una separación emocional temprana de la madre. Me da la impresión en este caso que el pequeño fue también separado de su abuela o cuidadora, sufriendo doblemente la separación, el abandono y el vacío. Quirón en Tauro y en aspecto a Lilith y Venus, inciden también en una separación emocional y una dificultad para conectar con el cuerpo. Por otro lado, Lilith en Piscis y en aspecto con Quirón, junto a Plutón y Saturno en Escorpio, indican obsesión por intentar controlar la relación con los demás para conseguir que hagan lo que él quiere, y de esta manera lograr que haya estabilidad y paz. Lo que más le aterra a este hombre es sentir el dolor y el vacío de la separación de las personas que le dan seguridad. Con la sensibilidad herida, esto puede llevar a que mande a aniquilar a cualquiera que esté en desacuerdo con él. En su imaginario, si alguien disiente, es una amenaza a su “tribu”, que en este caso sería su país, por lo que es preferible hacer que dejen de existir. El odio como bálsamo para no sentir el dolor Creo que todos nos podemos relacionar hasta cierto punto con las tres formas de sensibilidad herida, aunque podamos identificarnos más con unas que con otras. Creo que en Trump se conjugan bastante bien las tres, aunque quizá un poco menos la del reactivo emocional. Por su parte, Kim Jong-Un debe de tener mucho de reactivo emocional y de hiperadaptado, y quizá algo menos del tirano aterrorizado. El odio, que no es más que la proyección del odio hacia uno mismo y la propia fragilidad vulnerada, resulta para la sensibilidad herida un bálsamo. El odio te permite sentir fuerza y energía, y cohesión con las personas que se ponen de tu lado. El odio es necesariamente una emoción muy fuerte, porque tiene que compensar la pérdida de energía de la culpa y la vergüenza, que según la escala de Dr. Hawkins en “El Poder contra la Fuerza”, son deficientes no sólo con la sociedad, sino con la vida misma. Si imaginamos que la culpa y la vergüenza (ésta incluye el racismo, y rechazo de aquellos que son diferentes), las emociones más bajas con las que podemos vibrar, son como la gravedad, el odio sería como la fuerza propulsora del cohete. El odio da vidilla, excita, y le hace a uno sentirse fuerte, porque permite proyectar afuera el miedo a la propia falta de valor, y luego machacar al rival, sea verbal, mental o físicamente. Compasión hacia la sensibilidad castigada Pero el odio lleva a la destrucción y a perpetuar el drama y las historias traumáticas inconclusas a través de las Memorias Celulares. El odio nos lleva a que estemos más separados de nuestro cuerpo y desconectados de nuestra alma. Nuestra incomprensión de la sensibilidad castigada en otros (y en nosotros mismos) nos lleva a proyectar afuera aquella parte nuestra que sufre y/o aquella parte que creemos hace daño a otros. Y el vacío que la desconexión crea hace que atraigamos aquello que más miedo nos da, y que luego nos sintamos con la necesidad de luchar contra ello, odiarlo y rechazarlo. Si odiamos a alguien por ser “malo” o cruel, o por ser débil o diferente, estamos perpetuando nuestro propio vacío y desconexión y, por tanto, seguimos contribuyendo a que en el mundo siga habiendo dolor y sufrimiento. Si queremos sanar al mundo, lo primero que tenemos que hacer es sanar nuestra propia desconexión, nuestra propia sensibilidad herida, conectando con el cuerpo y sus necesidades fisiológicas, para así lograr que nuestra alma se “in-corpore”. Y después, poco a poco, ser capaz de sostener y sentir las Memorias Celulares y las emociones asociadas. Esto nos permitirá ir despejando memorias traumáticas de nuestros ancestros y de la Humanidad. Y cuando el cuerpo esté más libre de los residuos de la consciencia de separación (culpa), empezaremos a ser capaces de sentir en él la Vida y el Universo, y por supuesto, a los demás seres vivientes. Y así, desarrollaremos la verdadera empatía, que no es saliéndose del cuerpo y leyendo o sintiendo al otro, sino permanecer en ti, con el corazón abierto, sin necesidad de pensar ni juzgar, sólo sintiendo, con aceptación y compasión. Cuando logremos esto, comprenderemos que todo es perfecto como es, y como fue, que no hay ni hubo error, que estamos aquí para experimentar sensaciones en nuestro cuerpo y así apre(he)nder para informar a nuestra consciencia individual y a la consciencia Universal. Y en ese instante, la luz en cada uno se propagará por resonancia cuántica, y la Nueva Tierra será una realidad. El cambio depende de cada uno de nosotros, depende de ti, y será en un instante. Guiomar Ramírez-Montesinos Psicóloga, astróloga y terapeuta psíquico
1 Comentario
Henar
30/12/2018 20:48:44
Precioso artículo, emocionante final, al final todo está en uno y en dar lo mejor de uno. Gracias una vez más.
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