Desde mediados de noviembre 2018 hasta principios de mayo 2020 el Nodo Norte transitará el signo de Cáncer, invitándonos a nutrirnos, a conectar profundamente con nosotros mismos, para que nuestra alma habite en el propio cuerpo, y no se quede afuera, como es lo habitual. El patriarcado (Capricornio) nos ayudó a desarrollar la mente, a crear el Ego, a relacionarnos con los demás desde el individualismo (la Era anterior, la del Neolítico, estaba basada en la comunidad), y nos mostró que en el mundo hay más personas, más allá de nuestra familia o clan. Pero el precio que tuvimos que pagar por ello es una falta de conexión del alma con el cuerpo, y paralelamente (lo que es arriba, es abajo) la separación entre lo que pensamos y lo que sentimos, generando entre ambos un espacio colectivo y subconsciente habitado por nuestros miedos y las emociones que no queremos reconocer. Separación alma-cuerpo y mente-emociones. Ambas están relacionadas y, de hecho, una es reflejo de la otra. En la medida que el alma no está conectada con el cuerpo, la mente se separa de lo que el cuerpo siente. Durante un año y medio, y en el momento astrológico actual en el que todo el planeta está viviendo un despertar, el Nodo Norte en Cáncer nos invita a tomar consciencia de la importancia de las emociones y del cuerpo como el vehículo del alma, después de desarrollar el Ego y dejar atrás el patriarcado. En mi artículo anterior, sobre la Sensibilidad herida, expliqué cómo, en la gran mayoría de personas en este planeta, el alma no ha conectado plenamente con el cuerpo. Esto es así porque en toda familia hay traumas no expresados, emociones no resueltas, heredadas de generación en generación, miedos e inseguridades. Si en tus Memorias Celulares albergas algún trauma o si tú mismo has vivido uno, no podrás conectar con tu centro, con tu Ser, estar en coherencia, en el momento presente, porque estarán activos los Miedos del Ego. El alma de un bebé con una madre que no está presente y en coherencia, no puede ser recibida en el cuerpo. Si la madre no está completamente conectada de manera sensible con su retoño, invitando a su alma a tomar el cuerpo a través del cuidado, masajes, nutrición, canto, etc., ésta se queda afuera. De manera paralela, cuando el niño se hace mayor, su mente queda separada del sentir, de la experiencia sensible. El alma se queda desconectada de tres maneras diferentes: puede que se quede flotando en el ambiente, o busca conectarse a otros, o consigue habitar cuerpo ajeno. El trauma y el Ego se heredan Los Miedos del Ego no sólo nos han ayudado a crear nuestro Ego, sino que son un mecanismo de defensa contra la inhabilidad de gestionar el trauma, tanto presente como transgeneracional. El trauma separa el alma del cuerpo y la mente del sentir, y así el individuo es protegido de la intensidad del impacto emocional. Cuando alguien tiene un accidente de coche, no siente el dolor del impacto porque ocurre esta escisión como protección. Igualmente, si un bebé es asustado, tiene dolor o no es contenido por alguna razón, su alma se separa de su cuerpo. Y al bebé no sólo le afectan las circunstancias externas de su ambiente, sino todo el campo emocional en el que se encuentra inmerso. Así, si su mamá lleva un trauma, su propia escisión le impedirá ayudar al bebé a conectar con su cuerpo. Esto es así porque todo bebé es sensible al mundo emocional de las personas que le rodean, y en especial, al de la madre. Y la madre no necesariamente tuvo que vivir un hecho traumático terrible, ya que ella también fue bebé, y también pudo haber heredado un trauma… Así, heredamos traumas de generación a generación, y cada individuo revive un eco de ese trauma original, más o menos intensamente, dependiendo de lo turbulento o cómodo que sea el entorno que habita. Evidentemente, si uno llega a vivir circunstancias también muy traumáticas, aumentará su propia separación y legará a las siguientes generaciones su dolor añadido. Uno de los hechos más traumáticas que se pueden vivir son las guerras, y el dolor y trauma que provocan pasan por varias generaciones antes de que algún individuo tenga las circunstancias adecuadas en su vida como para tomar consciencia, sanar ese dolor, y conectar su alma con su cuerpo. Esta labor de sanar y reconectar es colectiva, ocurre a nivel de clan, y por extensión, social y cultural. En el Neolítico (la Era de la Comunidad) vivíamos en aldeas, en grupos familiares, y no existía el alma individual, sino sólo la colectiva. Cuando empieza el patriarcado, hace algo más de 5 mil años, comenzamos a vivir en ciudades junto a diferentes grupos familiares. Esta organización social favorece la aparición del trauma individual, que a su vez sirve el propósito de gestar el Ego. El Ego es la personalidad desconectada del alma, que sirve para adaptarse al grupo social. El Ego (la Luna en astrología) es el resultado de la adaptación a las experiencias traumáticas que separaron (o mejor dicho, impidieron la conexión de) alma y cuerpo (mente y emociones). El Ego también es el vehículo que se gesta para poder llevar un alma individual. En la Era de la Comunidad no había consciencia individual, sino que aprendimos a encarnar un alma grupal entre todos. En la Era del Comercio empezamos a repartir individualmente esa alma grupal, para ahora en la Era del Ser (recién iniciada) llegar a encarnar un alma (y todo su potencial) en un cuerpo (con todos sus talentos heredados). FORMAS DE DESCONEXIÓN DEL ALMA Hay tres maneras o mecanismos por los cuales el alma se separa o no está conectada con el cuerpo. El alma separada del cuerpo permite que el individuo pueda ser consciente de las emociones o pensamientos de los demás. Aunque la sensibilidad no contenida lleva a una mayor separación o alineación, incluso alcanzando el límite de la crueldad y la psicopatía. Se puede decir que estos últimos traumatizan a otros en un intento inconsciente de liberarse de su propia herencia traumática. Como si dijeran, “yo no gestiono mi dolor, así que te lo paso a ti para que tú hagas algo con ello”. Todos funcionamos con estos tres mecanismos, en función de la fragmentación de nuestra propia alma…, según sean los traumas heredados o vivenciados. El reactivo emocional (se relaciona con el Miedo al Abandono) – fragmentación por desatención fisiológica Cuando un bebé no ve cubierta adecuadamente sus necesidades fisiológicas: no está bien alimentado, no puede descansar bien, pasa frío, etc., porque la mamá a su vez está desconectada completamente de ella misma por su propio abandono o porque está en la mete, porque vive su propio dolor o trauma y está absorta en su propia película, por lo que no puede ser sensible a las necesidades básicas de su pequeño…, el alma de éste no llega a conectar con el cuerpo y sigue identificada con el clan. De mayor, esta desconexión total se muestra cuando nos perdemos en las redes sociales, cuando le damos vueltas a la cabeza al por qué otros nos han hecho tal o cual, cuando nos perdemos en nuestra propia pena o dolor, en todas las adicciones, cuando flotamos en nuestra imaginación, cuando imaginamos qué están haciendo o sintiendo otros, cuando leemos, cuando estudiamos, cuando vamos a algún sitio y no sabemos cómo hemos llegado… Hay muchas personas con el alma totalmente afuera, casi todo el rato, y otras sólo a veces… La imaginación y el intelecto son fruto de la desconexión del alma. Por cierto, el roncar se produce porque el alma se sale del cuerpo, y éste hace ruido para “llamarla” y que vuelva a conectar. Fíjate que uno ronca cuando está muy saturado, cuando está cansado, cuando ha ido de fiesta y ha estado entre muchas personas, ha bebido alcohol, tiene preocupaciones… En definitiva, cuando uno está disperso en un mundo mental o colectivo. Todas estas son situaciones en las que el alma se desconecta por completo. El bebé con el alma afuera no se altera mucho por sí mismo, sino que refleja la alteración del entorno y las personas que le rodean, y limpia emocionalmente el ambiente familiar, identificándose con las emociones predominantes, y haciéndose cargo de ellas de alguna manera, limpiándolas a través de una enfermedad, siendo terapeutas o la oveja negra…. La gente que de mayor sigue sin tener el alma conectada al cuerpo, viene a limpiar el dolor emocional de su familia. Aunque si se quedan ejerciendo este rol, están condenados a no tener vida propia… Cuando el alma se sale en estas circunstancias, el cuerpo queda vacío y receptivo. El alma se conecta con la consciencia colectiva del clan, mientras que el cuerpo absorbe las emociones traumáticas de la familia. El individuo obtiene así una sensación de pertenencia al grupo, aunque energéticamente hablando es una guarrada llevar en el cuerpo todo lo no expresado del clan, lo cual no sólo provoca dolor y enfermedades, sino que impide al individuo vivir su propia vida. Pero cuanto más mayores se hacen estas personas, más difícil es habitar y cuidar un cuerpo lleno de la energía emocional negada del clan, por lo que terminan recurriendo a otros para que les cuiden y limpien la energía emocional que inconscientemente han absorbido. Por eso estas personas dependen emocionalmente de los demás y descuidan su propio cuidado corporal. Necesitan que otros “limpien” su cuerpo, ya sea en la forma de un amigo que escucha las miserias, a través de un terapeuta que quite el dolor, o mediante una pareja cuidadora. Por otro lado, al estar conectados con la consciencia colectiva del clan, estas personas son sensibles a las corrientes emocionales del clan, y en algunos casos, por extensión, de la sociedad en la que viven. Asimismo, les resulta prácticamente imposible desarrollar su propia consciencia de individualidad. El perfeccionista hiperadaptado (se relaciona con el Miedo al Rechazo) - fragmentación por falta de afiliación A veces el alma sí logra conectar con el cuerpo, aunque ante un impacto emocional se desconecta. Cuando un bebé se asusta, o le duele algo, o algo le impacta, pero mamá no está allí a su lado para reconfortarle (porque está ocupada o porque tiene sus propios traumas o problemas), la intensidad emocional hace que el alma se desconecte del cuerpo. Esta disociación genera un vacío interior, y el bebé busca a mamá para llenarlo. Así, el bebé aprende a “leer a mamá” y a hacer lo necesario para que ella venga a cuidarle, nutrirle y quitarle el dolor o el susto. De mayor, el individuo se relacionará con los demás siguiendo la misma dinámica, y buscará que otros llenen su vacío interior. Aunque por supuesto, nunca lo logrará, de la misma manera que mamá nunca le llegó a dar lo que necesitaba para que se sintiera tranquilo. A cambio, recibirá de los demás los mismos miedos y preocupaciones que mamá si le compartió. Y a esta forma de dar y recibir es a lo que llamamos amor, es decir, todo lo que mamá no me dio y yo quería + todo lo que mamá no me dio y no hubiese querido tener. Esta dinámica es la que está detrás del hábito que tenemos muchos de intentar ver lo que está pensando el otro (meterse en su mente) para averiguar qué y cómo piensa, para así comportarse de la manera que uno cree puede lograr que el otro piense lo que quieres que piense de ti. Enrevesado, ¿no? Pues sí. Y el otro lo siente como una manipulación. Sin embargo, eso es lo que esta sociedad denomina ser educado, e incluso, ser buena persona. Aunque, ahora que lo sabes, te aconsejo que dejes de meterte en mente ajena. No es bueno ni para ti, ni para el otro. Los que siguen esta dinámica no tienen la intención de manipular necesariamente, sino que quieren establecer relaciones en las que son aceptados y queridos, y creen que la única manera de lograrlo es hacer lo que el otro quiere, es decir, ser útil. En el fondo creen que, si no hacen las cosas bien, nadie los va a querer. Y en cierta manera es así, porque si no están conectados a su cuerpo, si no están en “casa”, nadie los ve. Esta dinámica que, por un lado, muestra la mayor conexión individual, por otro, también puede llevar a la mayor desconexión. Al patriarcado le encanta este tipo de personas, porque se conforman, siguen las reglas y se preocupan por siempre hacer las cosas bien. Pero al adaptarte a la visión que otros pudieran tener de ti, niegas el 95% de lo que eres. Traicionarse a uno mismo no sólo resulta doloroso porque te desconecta de tu esencia, sino que hace que se cierre tu corazón y, por tanto, te desconecta también de los demás. Por miedo al vacío interior, terminas solo. A pesar del potencial de conexión que tienen estos individuos, cómo de pequeños mamá no les sostuvo cuando tuvieron un susto o un dolor, de mayores tampoco pueden sostener los impactos emocionales de las interacciones sociales, por lo que evitan todo enfrentamiento emocional, y a cambio intentan hacer y dar lo que los demás quieren para ser aceptados. Sin embargo, así es como acaban cerrando su corazón y desconectándose de los demás. Lo que los lleva a sentirse aún más vacío y desconectados. El tirano aterrorizado (se relaciona con el Miedo al Descontrol) - fragmentación por falta de seguridad La tercera dinámica del intento del alma de habitar el cuerpo se produce cuando hay mucha inseguridad e inestabilidad emocional en el ambiente o en la familia. Esto lleva a que uno de los adultos del entorno desarrolle una actitud sobreprotectora, y al hacerlo absorbe el alma de las personas que le rodean. Así, el bebé aprende a habitar el cuerpo de otro para sentirse seguro. Esto es una reminiscencia de la Era de la Comunidad en la que la identidad del clan agrupaba todas las almas. En el patriarcado, es el patriarca quien absorbe a los demás. Estas personas se ven afectadas emocionalmente por lo que sienten los demás. El individuo puede entonces relacionarse de diferentes maneras con esto. Puede que no tolere que sus emociones escapen su control, y se convierta en controlador o tirano (rol más típicamente masculino), puede que este tipo de empatía le lleve a “entregarse en cuerpo y alma” a los demás, y se convierta en sacrificado o sobreprotector (rol femenino), o puede querer huir de esta transferencia controlándose a sí mismo, por ejemplo, a través del deporte. A esta transferencia de emociones la llamamos empatía, y aunque esté bien visto preocuparse por los problemas de los demás, estamos invadiendo el cuerpo del otro (y saliendo del nuestro), o nos estamos dejando invadir por las emociones ajenas (que es lo mismo). Habitar cuerpo ajeno o cargar el alma del otro en tu cuerpo provoca mucha inseguridad, porque estás sintiendo algo ajeno a ti. El individuo entonces siente la necesidad de controlar al otro para sentirse mejor. Esto es lo que hacen las madres con sus hijos, padres con sus familias, jefes con sus empleados e incluso terapeutas con sus clientes. Y por mucho que tengamos buenas intenciones al hacerlo, estamos perpetuando la costumbre de no habitar nuestro cuerpo. Una vez que te haces consciente de esto, como terapeuta, te das cuenta de que abordar problemas y querer sanar es prolongar el sufrimiento. La clave es aprender cada uno a habitar con su alma su propio cuerpo, y desde allí contagiar a los demás. De esta manera la mejora o evolución no se da por transferencia de Memorias Celulares, sino por contagio del propio empoderamiento. Guiomar Ramírez-Montesinos
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1 Comentario
Maria Fernanda
30/6/2021 17:44:58
Me interesa la información que ofreces
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