![]() El desarrollo personal no es una moda, es una necesidad biológica, es un impulso evolutivo ineludible a través del cual daremos un salto cualitativo como especie y como planeta entero. Desde las tradiciones místicas más antiguas hasta ahora, muchos hablan de la “búsqueda”, de “encontrar el camino”, de “iluminarse”, pero en realidad de lo que se trata es de poder sostener la mente abierta a múltiples factores y causalidades, empoderarse para poner en marcha los propios talentos con un propósito social, y abrirse a una mayor percepción sensible para conectar la propia red neuronal con la red neuronal del planeta.
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Os quiero contar un cuento que soñé un día sobre una escuela griega que existió en Jávea hace más de cuatro mil años, y en la que los hombres invitaban a las mujeres para que éstas les comunicaran la sabiduría que provenía de su percepción sutil del mundo.
Érase una vez un pequeño poblado íbero asentado en torno a una montaña mágica, que con el tiempo se llamaría Montgó. Érase un pueblo agrícola, que cultivaba sobre todo cereales y olivos, aunque gracias a la extracción de metales para la fabricación de monedas y elementos decorativos contaban con un incipiente desarrollo comercial con los colonizadores griegos. La democratización de la felicidad, la Iluminación y el proceso de individuación
Hoy en día está de moda el desarrollo personal, la búsqueda de la felicidad y el querer alcanzar algún grado de iluminación. Para algunos, esto es una tendencia nueva, y para otros, todo empezó en albores de los años `70 del pasado siglo con el movimiento hippie, pero en verdad se trata de un proceso en el que está inmerso toda la Humanidad desde hace 300 años, desde el Siglo de las Luces. No somos conscientes de la realidad porque vivimos una película mental con un argumento muy polarizado por las memorias celulares. Creemos que hay personas muy malas que nos quieren hacer mucho daño, y ante los cuales necesitamos defendernos para que no nos destruyan. Creemos que mostrar o admitir cualquier tipo de vulnerabilidad, ceder en un argumento, incluso empatizar con el que tenemos enfrente puede llevarnos a la muerte. Por eso gritamos al conductor que se nos cruza; por eso las reuniones de la finca de vecinos se convierten en larguísimas contiendas; por eso no admitimos que alguien se nos cuele en la cola del supermercado… Vivimos como si estuviésemos en una guerra… Pero esto es sólo la película de nuestras memorias celulares.
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